Culiones Fallidos.
Bitácora.
Fines de julio.
El martes
a mi llegada a C* todo partió caótico. Tomé una micro que regularmente se demora media
hora en el recorrido y esperé, esperé, esperé… por lo menos una hora para
llegar. Compré maldades (Aló, PDI?) y mi dealer me dejó más volá que Snoop Dog,
pero me fui con las instrucciones para tomar micro hasta mi siguiente destino.
Jamás entendí las instrucciones y me perdí. Tomé dos micros, pero llegué.
Me junté
con un lector que me leía/lee, porque dije que le había hecho a la pasta y no
sé si llegaría la policía por mis ilegalidades, o porque de él, yendo casi a kinder,
sólo me separaban unos pelitos del delito. Cuando llegó me miró con ojitos
lascivos, llevó su mano al pantalón, agarró un grueso, enorme y prensado pito,
que tenía un gemelo que me dejó pegá al techo. Como no paraba de repetirme que
no sólo era delito, o pecado, además iba contra mis reglas básicas, me abstuve
de violarlo ahí mismo en la orilla del lago, agarré mi cuerpo y lo llevé engañao pa Chillán.
No sé
cómo, pero tomé un bus que me llevaría a la tierra de las longas (buen augurio
debía ser ese). Llegando a una ciudad de noche, más fría que el corazón de #R,
después de haber tomado otro bus y reencontrarme, llegué donde otro lector.
Esta vez, unos años, o unas décadas, quizá muchas, más que el anterior.
Me invitó a un bar con luces, música estridente y decoraciones por todos lados. Pero ustedes saben que yo, con un vinito soy feliz. O una cerveza, o un pisco, o un ron, o un tequila… en fin. Como no por nada me dicen la “siempre lista”, andaba con un pisco de los finos y nos fuimos a su casa a combatir el frío (1313).
Me invitó a un bar con luces, música estridente y decoraciones por todos lados. Pero ustedes saben que yo, con un vinito soy feliz. O una cerveza, o un pisco, o un ron, o un tequila… en fin. Como no por nada me dicen la “siempre lista”, andaba con un pisco de los finos y nos fuimos a su casa a combatir el frío (1313).
Abrió la
botella y esperaba para abrir mi húmedo corazón. Nos pusimos a hablar del blog,
de la vida, de su vida y todo iba bien… excepto que a cada momento que parecía querer
coquetearme, hacía algo diametralmente opuesto y me mataba las pasiones. No era
sólo su ropa descuidada y sonsa, o sus movimientos de adolescente torpe, o que
pusiera música a la moda para pasar por lolein siendo un hombre de la mediana
edad, o que el pisco no llegara a mi cabeza y nublara por completo mi gusto,
era más bien su falta de tino para hacer las cosas. Nos acomodamos en su pieza y
de entre sus brazos tuve que zafarme, agarrar mi cuerpo y mandarlo a dormir.
Al otro
día, fuimos con mi amiga Claudia a la playa. En la Claudia yo pienso cuando me
dicen que para nosotras es más fácil culiar por el sólo hecho de ser mujer, o
que si no se da, es porque "no ponemos de nuestra parte". No, deténganse y
observen este espécimen: ella tiene vagina, ella le ha puesto y le sigue
poniendo mucho empeño, ella sólo ha tirado una vez, ella jamás ha tenido un
orgasmo, ella alucina en las sexshop, su sueño más preciado es ir a un café con
piernas y ella, no discrimina. (Si alguien se ofrece a hacerla ver el cielo,
mande mensaje, le estaremos comunicando.)
Le mandé
un mensaje a #K que me decía cada vez que estaba ebrio que me extrañaba, cosa
no menos importante para una persona con tendencia al alcoholismo como él y
como yo. Le invité a un vino, a unas cervezas, a un pito, a unos besitos, a un
paseo por la orilla del mar, a comer papas fritas o a comerme a mí con papas
fritas, pero nada. #K estaba tan enfermo, que no lo pude ver. No pude sacarme
las ganas y ya me estaba empezando a frustrar.
A #R le
hablé para coordinar, pero todo se derrumbó y terminé en un lugar “donde se
bañan los perros” fumándome las penas. Llegué a la casa volando y me pegué al
televisor viendo programas de animales. Aprendí por ejemplo, que las ranas
respiran por la cloaca cuando duermen. Cuando estaba tratando de entender las
opciones posibles de lo que implica respirar por la cloaca, me llega un
mensaje:
R: Ya me desocupé.
R: Ya me desocupé.
¿Dónde
estás?
M: Llego
en 10 minutos. Llevo cigarros.
Llegué y
seguí la rutina. Como dicen por ahí, ¿cómo saluday de besito en la mejilla a
alguien a quién le deciay tíralo en el potito? Pude ver por última vez esos ojitos
rojos y él decirme por última vez que me cuidara. Me va a dejar a la puerta,
me mira con ojos de fuego, no me da tiempo ni de reaccionar y se tira a besarme.
Todo rápido, todo pasional. Me presiona contra su cuerpo, me empuja luego hacia
a dentro y apenas estamos en la pieza, me quita la ropa, con esa agilidad de
alguien que te conoce hasta las mañas en los sostenes. Sus manos recorrían mi
cuerpo a prisa y yo no dejaba de agarrarlo, de donde pudiera hacia mí,
pensando en que esta sí sería la última vez.
Salí de mi
letargo cuando me dijo “ya po, ponte en cuatro” y de una embestida expulsó de
mí toda la penagóticaemocore, para introducir su cuerpo en mí.
Me tocaba,
agarraba, besaba frenéticamente, mientras me aferraba a él con desesperación,
lo mordía, lo rasguñaba, sentía que su cuerpo cada vez iba más lento y sus
besos eran más delicados, más dedicados. Despavorida huí, me aferré a su pecho
y lo empujé contra la cama, me subí y lo monté desde lejos, observándolo, sintiéndolo…
“¿adentro o a fuera?” me saca de nuevo del letargo y le digo “afuera (de mi
corazón, pienso)”.
Un último
beso, un último adiós y yo con media hora de retraso. Terminé comprando un
pasaje al azar, en un bus que era tan cuma que tenía wifi, pero robada del bus
de al lado.
Y aquí
estoy, en tiempo presente, escribiendo con un lápiz mina porque el auxiliar se
quedó con el de pasta que pidió tan coquetamente, esperando a lo que venga.
Besitos, M.
Bueno, la última no kjas
ResponderEliminarEsa frase es de la chica, léela c: