sábado, 4 de febrero de 2017

Ave Domina

Parte III

Después de mi pobre acercamiento al BDSM gracias al Cristian tetengoqueverlacaraenlapegapecanculiao Grey, quería probar algo de lo que ya tenía un sabor leve y en ocasiones anteriores sólo había testeado sutilmente.


(Advertencia: esto no es una historia que incluya fustas.)

Ese día llegó y teníamos más tiempo del normal, así que decidí hacer algo más elaborado. De a poco le pregunté si confiaba en mí y lo senté en la silla del escritorio (que es suave, pero frágil, como mi corazound, ok, no). Puse uno que otro tema y le bailé, cual odalisca a su califa y mientras meneaba mis caderas y lo desvestía rozándole partes estratégicas del cuerpo, lo rodeaba y en mi paseo, de un cajón saqué un pañuelo largo que me serviría para sostenerle las manos detrás del respaldo del asiento. Le pregunté y consintió.


Ya con con las manos inmóviles, le dije que le iba a tapar los ojos y se prestó para ello. Agarré otro pañuelo (soy fan de ellos) esta vez más suave y pequeño, y lo vendé. Mientras él se acostumbraba a la oscuridad, yo partí a la cocina y traje un par de hielos, que posé (para que descubriera lo que estaba pasando) lento por su cuello, bajando por su espalda alta, luego a su torso y terminé por metérmelo a la boca, para seguir descendiendo hacia su entrepierna y lamerle con la gelidez de mi lengua desde la base hacia lo alto, para bordearla con la punta de la misma y meterlo todo de una gran bocanada y desde dentro seguir moviendo el hielo. Como hacía mucho ruido, le advertí que guardara silencio y azoté con mi mano su miembro. A la segunda vez de lo mismo, le dije que lo amordazaría y que sólo podría asentir o negar y únicamente cuando se lo pidiera.


Aprovechándome de la situación y para probar la técnica de nudos, le dije que le amarraría los tobillos a las patas de la silla y asintió dócilmente. Así que agarré mi pañuelo regalón y anudé su tobillo derecho a la pata derecha del asiento y con el pañuelo gemelo de ese, lo mismo al lado izquierdo. Así quedó absolutamente a mi merced y me separé un poco de la situación para contemplar su presencia en ese estado, en el que seguía absolutamente erecto e imponente, pero a la vez quieto, expectante y conmigo en poder de acción.



Seguí con otro hielo, cubriendo más lentamente su cuerpo de agua y saliva intercalando mordiscos y besos gentiles y más de algún golpe sutil para callarlo. Me movía lento a su alrededor cual felina preparándose para su presa y él, a la espera. Lo rozaba, lo tocaba, lo apretaba y lo volvía a soltar. Me posaba sobre su regazo y tiernamente le movía el potito con su erección entre mis glúteos y jugando con mi humedad. Él deseoso se trataba de acercar y recibía un golpe en su virilidad de castigo.


Cuando comprendió que debía quedarse quieto y no quejarse más, de premio, mi lengua ya más tibia, lo acariciaba desde entremedio de las piernas con mi cara clavada en ello hasta el tope de su pene. Lo lamía bien baboseado como le gusta, y lo succionaba con mis manos a los costados agarrándole las caderas o sujetándome de la misma silla. Una y otra vez, más y más rápido, moviendo mi lengua desde dentro provocando más lubricación aún y unos estremecimientos que me hacían ver, estaba por venir lo mejor. Seguí más fuerte, moviendo sólo la cabeza de atrás para delante, agarrándole los testículos también mojados. A penas sentí un fuerte y seco gemido, hundí mi cara y me lo tragué hasta lo más profundo. Él presionaba hacia mí sin mucho éxito por las amarras, provocando arcadas que terminaron por hacerme chorrear su semen desde mi boca.


Les contaría en detalle el culión después de eso, pero es domingo, Michimalonko se va al sur por quizá quién sabe cuánto tiempo y está por llegar.

Un placer, M.