lunes, 28 de marzo de 2022

Apología a Tinder y sus (des)venturas.

 ¿Agradecemos mucho por tan poco?



Luego de muchas noches, con el maquillaje corrido por el uso diario y la estúpida mascarilla, abro TINDER y empiezo: like, like, like, no, no, nooooo, qué? Uy, sí! no, no… y un par de matches después, que llevaron a conversaciones sin sentido y algunas de esas a encuentros fortuitos, me hacen cuestionarme ¿qué tan bajo están mis estándares?

Paciencia, ya hablaré de los encuentros, pero hoy vengo a que ustedes me ayuden a entender por qué soy feliz cada vez que la otra persona hace algo medianamente: amable, cordial, empático, hasta de sentido común. Cómo es que las experiencias han sido tan terribles, o es que el mundo ahí fuera, después de estos cuatro años se ha vuelto tan hostil que me propone una batalla en la que podría jugar sólo hasta que deje de ser divertido. ¿Cuándo será eso? 


Aclaremos un par de cosas antes de continuar: no, no quiero una pareja, no estoy ni preparada para ello ni con la más mínima intención de involucrarme. Créanme cuando les digo que este caos, que pretendo desenmarañar con terapia y este blog, no está preparado para nada más que poner orden en este nuevo año. Y les cuento además, que empiezo a vivir en Santiago y estaré mucho más cerca de lo que hemos estado en mucho tiempo. 

Bueno, volviendo al tema y estos fortuitos encuentros.


Mi pizarra repite la frase de un conocido espumante: ¿Y hoy, por qué no? que me llevó a tantas aventuras mientras meditaba en Busta. Entonces, abro la aplicación y recuerdo: ¿Y hoy, por qué no?

Luego de estos encuentros de todo tipo: fallidos, excitantes, curiosos, y a veces tristes, a veces me encuentro en mi soledad, lavando platos, ordenando ropa, haciendo aseo, disfrutando de la idea de que alguien sea capaz de tener gestos básicos para relacionarse entre seres humanos. Pero como son tan poco comunes, pareciera que no fueran algo de público conocimiento, por lo que vengo a quejarme. Sí, como la señora cascarrabias en la que me he transformado.

Lamentablemente suelo ser una persona visual, y quisiera poner en imagen estos casos, pero como no he llegado a ese nivel, con las pocas habilidades que me restan he buscado una segunda opción, y es que también aprendo con ejemplos, por los que aquí van un par:


  1. Consideración: Escena típica: le sirves un vaso a tu invitado, y este tiene la opción de buscar dónde dejarlo sin manchar la mesa o algún mueble de madera, o preguntarte dónde dejarlo, y si está muy distraído podría simplemente dejarlo en la mano. Pero no, muchos simplemente ponen el vaso mojado sin pensarlo en la mesa. Estúpido, mis manchas en los muebles, idiota.

  2. Sé buena visita: Si te invitaron a un lugar, mi madre siempre decía que debías llevar algo, aunque fuera un pequeño gesto. No tiene por qué ser un huevo fabergé, con una bebida, o el simple hecho de preguntar ¿llevo algo? ¿necesitas algo? ¿qué te gusta tomar? me conformo. Señoras y señores, muy agradecida recibo ofrendas, y es que sí, la diosa Amazónica que llevo dentro las necesita para realizar todo lo que estará próxima a hacer. Y no necesitas adivinar mucho, sólo llega con vino, hierba, papitas fritas, etc...

  3. Llevar tus cosas: Ok, aquí va una no tan de señora inculiable, que es el arquetipo del terror en el que me siento transformada. LLEVA TUS CONDONES. Y no, esto no es para las personas con pene solamente, es para toda persona que pretenda tener relaciones sexuales con otre, y es que llevar protección del tipo que sea, es necesario y obligatorio. Por algo dicen que sin gorrito no hay fiesta. No es algo en lo que se pueda tranzar y por eso ando siempre preparada y atenta. Pero no hace muchos días atrás escuché la frase más común pero menos creativa: “es que no vine a eso” casi diciéndome que las dos veces anteriores que dijimos que sólo vendrías a fumarte algo, y terminamos culiando no fueron demasiado obvias, y que si hicimos match en tinder no fue demasiado claro, o que me empezaste a preguntar por mis preferencias en la cama no fue suficientemente explícito para ti.  Debo decir que ahora siempre, pero siempre estoy preparada. No quiero volver a repetir ese episodio donde terminé más satisfecha por las empanadas que hizo su madre, que por lo que podría haber pasado. Y sí, si estás leyendo esto: quiero la revancha y saludos a tu mami.

  4. Asumir: Buena, esta ya es una ley de vida, pero no me refiero sólo a las prácticas más intensas como pegar fuerte unas nalgadas, o tirar el pelo, o acabar en alguna parte, me refiero a cosas tan sencillas como: amigo, no quiero que te quedes a dormir. No me ha pasado con una sola persona, pero sí hablaré más adelante de este ser en particular y este hecho. Por ahora, comentarles que muchas de mis visitas han querido quedarse, a dormir, y ojo: sin preguntar. Casi buscando el pijama y poniendo la alarma para el día siguiente. Qué parte de: Buenas noches, fue un placer no entendiste?

Bueno, a pesar de querer lanzarles este nuevo Manual, con M de buenos Modales, he tenido también encuentros donde reaccionan haciendo todo lo contrario. Y ahí vuelvo a pensar en que sí, está bien para mis estándares, que me alegre si el muchacho vino por un culión y termina destapando el desagüe del lavaplatos, y no cuando se preocupa de que yo me vaya antes que él. Desde ahora, con las cosas un poco más claras, y las pasiones un poco más frías, les espero en mi casa, con pan para la once y sus propios condones.

Como siempre, un placer, M.



Disclaimer: Cuando hablo de estas personas, suelo hablar de hombres hetero cis, porque no he tenido la fortuna de concretar la pelación con ninguna de las chiquillas que me gustan, y por otra parte, la gran suerte de tener amigas que son lo mejor, y saben cuidar de otras personas, y de estos detalles.


No hay comentarios:

Publicar un comentario