martes, 16 de agosto de 2016

Donde el Diablo perdió el poncho.

Dicen que para hacer bien el amor hay que venir al sur, y a mí no me basta con vivir en el país más austral, así que agarré mis maletas y me fui al sur.



La verdad no fue buscando al amante de mi vida, fue más bien un proceso de retiro espiritual/rehabilitación/viejarecíbemeenlacasa. Iba por unas semanas, pero mis planes nunca salen como espero, así que terminé amarrándome a la cama (#1313), dándome electroshocks y haciéndome bolita para aprovechar el aislamiento y dejar todos mis vicios.



Alcohol.


Un día, me dio por salir a caminar. Llegué a un paradero que de parado ni los palos y me senté. Se acercó a mí un leñador y- no, no querubines. Era más rancio que yo y eso ya es decir mucho, así que le invité a compartir el frío. Me invitó a un cigarro y lo acepté. Le dije muy sutilmente que estaba ideal para un vino y de su mochila sale una luz milagrosa, un resplandor divino, una luminiscencia cósmica: una cajita de vino blanco de litro. Me lo entregó cual ofrenda y lo empecé a mordisquear. De tanto mordico, beso y agitación, sentí de pronto, un líquido glorioso en mi boca… Ah! Un manjarsh!

Cuando me empezó a decir que se había enamorado de mí, como siempre hago, agarré mis cosas y me fui de ahí lo más veloz posible. Llegué más doblá que saco de mochilero a la casa a buscar el número de AA.



Agarré mi celular, borré las 500 selfies fallidas, plantas v/s zombies e instalé TINDER. Subí las pocas fotos sexysensuales que tenía, aumenté mi rango de kilómetros para que llegara hasta al menos a África y manos a la obra.

Droga.


A los días estaba en la costanera con HippieTela. Mientras él me decía cosas seductoras como “¿Tienes papel? ¿Con filtro? Préndelo.” Yo trataba de hacer sinapsis y coquetearle, pero mis neuronas corrían a 2 km/h y no pude hacer mucho.

Al siguiente encuentro me invitó a beber y a fumar. Ahí se me soltaron las trenzas y ya estaba encaramada en su cama, con mi mejor pose matadora, pero me mandó a acostar y no entendí nada. En la mañana me va a buscar a la cama y me lleva a la de él. Estábamos métale zundada, hasta que sentimos un ruido. Yo pasé de estar en cuatro con el pantalón quizá dónde a estar en el baño terminando de arreglarme lo que quedaba de dignidad.

La tercera era la vencida. Esta vez en mi casa, volamos a mi mamá y nos fuimos a “ver una película”. Le advertí a mi vieja que no le dijera yernito, que sólo iba a culiar. Ella aceptó mientras le llevara droga y yo dentro de mí, pensaba lo mismo.

HippieTela me dio en todo el gusto. Me daba vino si quería vino, cerveza si quería cerveza, en cuatro si quería en cuatro y marihuana por montones. Y lo más importante y regla número uno, no se enganchó.



Sexo.



En esa misma época apareció Equis. Misma aplicación, mucho menos tela y eso, estuvo a punto de enamorarme. Se daba colorsh y me encantaba. Me revolvió algo de la guata y el corazón, pero no dejé que pasara a mayores, porque además, me removía el húmedo corazón y yo sólo quería que me dejara de enviar fotitos, mejor que me enviara a la luna con ese cohete.

Llegó tarde y yo estaba volá. Quería evitar verlo y babear, pero fue imposible. Nos fuimos a la misma costanera. Me dijo que tenía mucho frío, dale calor, pensé, pero me abstuve. Me dice hazme lo que quieras, quedé en shock y lo fui a dejar al paradero. En el paradero saqué una carta más vieja que el aceite de las sopaipillas y le dije “Tengo ganas de algo… Tengo ganas de hacerte algo… Te quiero agarrar el poto.” Así, tal cual. Como creo en la igualdad, le dije que podía hacer lo mismo y en dos segundos estábamos encaramados uno arriba del otro en medio del paradero. Decidimos irnos a loh oscuritoh, literalmente, la parte oscura de la costanera. Después de tanto toqueteo, yo con la falda hasta la espalda y esperando con mi ya chorreante corazound, me dice que nos vamos a quedar sin bus. Un momento de lucidez para ver el reloj y era cierto. Me fui mojá y ansiosa todo el camino. Para eso está el hágalo usted misma.



Pero la magia del sur no la conocí con ellos. Los que conocí después, fueron los brujos de la isla que me llevaron engañáh al mar


Un Placer, M.

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