jueves, 30 de marzo de 2017

Crossover.

Bloggero con bloggera.



Cuando leí a Joven Intrépido, pensé que había encontrado mi alma gemela, o algo así, así que me lo joteaba con todas mis tácticas, pero él sólo respondía con frases cursis de amor. Como joven es provinciano, de la aridez más lejana del territorio, no había opciones de convertirme en su nueva musa. Tiempo después, tas haber perdido las esperanzas de un encuentro memorable, me habla para decirme que viene a mis tierras (bien ctmare).

Vino tinto, a las 23:00 hrs, en la esquina de la plaza.

Estaba todo listo. Yo iba llegando 5 minutos tarde (para variar), pero nada terrible.

- ¿Joven, joven? ¿Dónde estás que no te veo?
- En la boti, amada Julieta. (o algo así me dijo)
- No. No te veo.
- No puede ser. Estoy aquí, con el vino.
- Espera, ¿en qué botillería estás?
- En la de la esquina.
-¡¿ Joven?! ¿Dónde estás?

Con el susto de que le pudiera pasar algo grave a ese delicioso, aromático y apetecible vino, osea, provinciano, me propuse buscarlo en todas las botillerías de cada esquina de cada rincón de este territorio. Lamentablemente sólo me llevó un par de cuadras y otra boti de por medio.



Estaba nerviosa, ansiosa, sedienta, todo a la vez. Joven ya había visto mi rostro, pero yo de él sólo tenía fotos de su mano, su pierna, su mentón (fotos muy extrañas), que sólo servían para armarme una imagen muy difusa de su ser. Pero cuando lo vi: moreno, esbelto, pelo negro y grueso, con un vino en una bolsa debajo del brazo y mirada desorientada, se me estremeció desde el estómago hasta las rodillas.



Al fin nos sentamos y no pude resistir el impulso de agarrar la punta dura con los dientes, morderlo fuerte hasta que un líquido, elixir de dioses griegos, saltó a mi boca, llenándola de jugoso cabernet sauvignon. A los tres sorbos Joven ya estaba ebrio, pero aún no lo suficiente.



Yo llevaba un vestido de velvet, que dejaba ver, sólo si yo lo decidía, el encaje de mis ligas y al querer eliminar la barrera del tacto, le ofrecí sentir la textura delicada con sus dedos, pero él sólo atinó a pincharme con su índice, en un intento torpe de en verdad tocarme. Tuve que aplicar otra táctica, y al cambiarnos de lugar en la plaza, él se sentó muy cerca mío, justo al frente, con nuestras piernas rozándose. Después de lo mucho que hablaba y yo lo mucho que bebía, decidí cambiar de roles, pero Joven se resistía, temía terminar ebrio en ese mismo lugar y amanecer pensando que todo lo que les contaré en seguida fue solo un sueño, ¿lo fue?

Entre tanto roce, tanta risa, tantas miradas, se acerca a darme un beso, pero no, lo esquivé al primer movimiento. Temiendo que no lo volviera a intentar (Joven cohibido), cuando atinó a repetir el movimiento le agarré la nuca con una mano y lo presioné contra mí para que nuestras lenguas jugaran dentro de nuestras bocas. Un poco más de vino y me empezó a hervir la sangre.


Nos fuimos caminando, metí el vino en la mochila y en cada pasaje, en cada marco de puerta, en cada rincón detrás de un auto, en cada paso que dábamos, nos empujábamos, el cuerpo de uno contra el otro, las manos traviesas recorriéndonos, las lenguas saboreando desde ya lo que estaba por venir.

Al fin llegamos a destino, y con precaución de no hacernos notar, entramos a punta de pies a su pieza, aunque Joven un poco ebrio, hizo todo un escándalo al abrir la puerta, pero prefiero pensar que eran las ansias. Al entrar a la pieza, dejo mis cosas en la cama de arriba y permitiéndole ver el encaje de las ligas debajo del vestido, él mete su mano entre ellas y me sube el vestido, se acerca, presiona su cuerpo y su erección contra mí, me besa el cuello y baja dándome pequeños moriscos tiernos y sutiles, llegando hasta mi trasero, el cual besa como si fuera veneración y recorre por completo con sus manos de hombre moreno.



Yo ya estaba con el vino en la cabeza e hirviendo desde las entrañas de excitación, sólo quería su cuerpo encima, dentro, hasta lo más profundo, pero a veces el placer se retrasa, para más placer. Así que nos abalanzamos en la cama y antes de llegar a compenetrarnos, empecé a bajar por su esbelto cuerpo, su suave piel morena me tenía en éxtasis y al empezar a tocar su miembro se me caía sola la baba. Entre tantas ganas, empecé a lamerle desde la punta a la base y luego meterlo por completo a la boca, técnicas infalibles, porque no quería dejar nada al azar, quería dar lo mejor de mí, y ahí estaba, con la colita parada y la lengua jugueteando con él dentro de mi boca, que lo cubría de arriba hacia abajo. Pero, Joven demasiado entusiasta, empezó a tomarme de las manos, a mover su pelvis, a hacer todo antes de tiempo y es ahí cuando se me eriza la piel y busco el pañuelo más cercano (siempre listo para la ocasión), le advierto una vez, pero sigue repitiendo el mismo patrón (con cierta intención de por medio) y me veo forzada a tomar sus manos por sobre su cabeza, amarrarlas gentilmente y ordenarle con mirada desafiante que no se atreviera si quiera a respirar fuera de sitio. Al principio se rehusaba, pero no le quedó de otra que dejarse llevar por mis movimientos, por la saliva recorriendo su virilidad, por mis labios presionando y soltando a la vez, pero sin dejarlo llegar a la culminación, lo liberé y me puse a su disposición. Podía sentir como entraban y salían sus dedos, humedeciéndome de sólo anhelar su cuerpo.


Se puso sobre mí y solté un gemido en ese momento concreto en el que entró en y su cadera encajó con la mía. Sus movimientos eran suaves y rítmicos, pero yo deseaba más. Le insistía que fuera más fuerte, pero el retumbar del fierro del que estaban hecha las camas, nos delataba. Tomé a mi compañero y me dispuse, firme frente a la cama y con el potito parado hacia él. Joven al fin pudo penetrarme como deseaba(mos) hasta que desapareciera su cuerpo entre mis piernas, dándole cada vez más fuerte y rápido a nuestros cuerpos. En el calor de la noche, volvimos a la cama, para una vez más intentarlo, esta vez yo tomando riendas sobre él, y a pesar de lo que hayan leído de parte de un hombre ebrio, yo no lo amarré en ese momento, porque no iba a negarme que esas manos me agarraran, me sostuvieran, me presionaran, y me contrajeran hacia él para seguir en un ritmo que sólo interrumpía el sonido del catre.



Después sólo recuerdo sudor y vino. Ese vino que nos hizo envalentonarnos y tirarnos al piso para poder seguir a nuestro antojo. Me puse abajo, subí mis piernas a sus hombros y esperé que entrara hasta el fondo, lo que provocó un gemido ahogado por Joven y su intrépido movimiento de pelvis, aunque después de un rato se veía un poco complicado, pero no podía dejar que se moviera de ahí. Estaba en el punto de inflexión y mi cuerpo se estremecía de placer.



Recuerdo que terminamos agotados en la cama, entre conversaciones cortadas por el sueño, cansancio y ebriedad.


Al otro día desperté de la nada, sintiendo unos dedos dulces recorriendo mi espalda, pero al darse cuenta que había despertado siguió, teniendo mi venia, recorriendo el resto de mi cuerpo desnudo, cubierto sólo por la luz de la mañana que lograba entrar por la ventana del corredor. Sus manos llegaron a la curvatura de mis nalgas y se perdieron en ellas. Ahí, con la ayuda de mis dedos y los de él, tratando de dejar el mal humor que me caracteriza a esas horas de la madrugada, terminé por explotar de placer con sus dedos aún dentro de mí. Lo miré y pensé que no podía irse así. Le debía un pequeño cariño para que me recordara por el tiempo que no nos volveremos a ver. Y ahí estaba yo, con mis movimientos más sofisticados puestos en marcha sólo para él, que terminó erupcionando como un volcán dentro de mi boca.



Mucha maña, mucha caña, sin nada más que decir ni hacer. Él en la puerta, tratando de escapar del casero para no tener problemas. Conversando de la vida, entre graffitis y murales, hacia el metro porque obvio, no iba a dejar que se perdiera de nuevo y no llegara jamás a sus tierras, porque si no, no podrían estar leyendo aquí, su versión de esta historia.

Un placer, M.


(Jovencito, vuelve luego, que el vino y mi cuerpo, te esperamos con ansias.)

domingo, 26 de marzo de 2017

Soltería, soledad y sensaciones.

Not your babe.


Empezó Marzo y la vida sigue igual. Mi rutina es levantarme, correr (porque voy tarde siempre), llegar a la pega, irme de la pega, un tabaco, unas pilsen y a la casa (o algo así). Y cuando llego a ese momento de ocio, bajando por el inicio de facebook, viendo eventos, estrenos, tocatas, o panoramas varios (además de los inumerables anuncios de páginas de citas que me invaden), sufro porque no tengo con quién ir y en el fondo de mi corazón, sólo deseo un apañe que a veces confundo con desear un pololo.



Para aminorar esta sensación, entro al súper, porque la comida es amor y llena el vacío en mi corazón:
M: Deme dos por favor.
X: Uno para usted y uno para su pololo. - Justo en la herida.
M: No, los dos son para mí -porque soy hambrienta y me como una olla-, es para almuerzo y cena.

Días después en la feria:
M: Quiero sólo eso, si es para mí ahora al almuerzo.
X: Ah... ¿vive solita? ¿Y su pololo?
M: No tengo pololo...
X: Tan solita... (con puchero de lástima incluido)
M: Bueno, hay un gato en la casa... -tratando, no sé por qué, de justificarme-.

Y en cada circunstancia, vuelvo con ira acumulada en la garganta y atontada sin entender por qué rayos debería tener pareja.




Entonces pienso, ¿seré yo Señor? Ok, no. Pero, ¿será que me estoy psicoseando y viendo cosas por todos lados, como cuando tienes media hora de atraso y no dejas de ver colados y pañales? ¿Será que cada vez que hablo con mi ex, me dice cosas cursis dignas de #quevuelvanloschantas y yo opto por no creerle? ¿Será porque cada que alguien tiende a hacerme cariño, me causa un escalofrío que recorre mi piel y me alejo instintivamente? ¿Será que Michimalonko, y el resto de mis follamigos, sólo saben de mí, mis movimientos sexysensuales y no lo que pienso de la vida? ¿Será que he gritado a los cuatro vientos que el pololeo no es lo mío y la gente ni si quiera lo intenta? ¿Será que quizá, cada vez que veo a V y su pareja en la cocina, miro con nostalgia la escena que era antes familiar y cómoda para mí?


Tengo una amiga, una de mis mejores amigas, que es como mi hermana, una extremidad igual de importante que V, que desde el 2010 está en pareja. No, no es el mismo tipo. Es uno por temporada. Dura dos años o un poco menos, terminan y vuelven las veces que sea necesario, hasta que al fin se aburren y no vuelven más. Dura dos semanas soltera (como máximo) y encuentra a un nuevo pololo con el que va y vuelve las veces que sea necesario, de nuevo soltera dos semanas y de nuevo otro pololo. Y ahora, que sólo me habla cada que termina con el tipo de turno, debo decir que ya no es mi amiga (larga historia) y eso me duele más que cuando ella termina con cada personaje.



Esta persona es de las que no pueden estar solteras, de las que no pueden hacer nada sin su pierna de turno, de las que no salen sin tener planes con otro ser, de las que creen que estar en pareja es tener la eterna obligación de ser siameses, de que el amor es incondicional y me refiero a que lo acepta todo (malos tratos, malos ratos, desprecios, humillaciones, etc), de las que temen demasiado que no haya alguien que las quiera lo suficiente y por eso necesitan quién les reafirme el cariño que no se tienen, de las que aceptan toda clase de vejaciones porque un poco de cariño "lo vale". No sólo está este tipo de persona, está la que no puede no tener algún tipo de coqueteo, por exactamente la misma razón, de valerse a través de otras personas. Esta es la clase de personas que sólo están con alguien por miedo a estar solas.


Hemos vivido bajo la sombra de esta sociedad en la que te obligan a tener pareja, y que además es sólo el amor romántico el único capaz de salvarte, lo que te hace dependiente y es la única forma de validación social porque es parte de las metas que "debes" cumplir, como tener hijos/as (otro punto en el que no me extenderé, pero debería), una casa, una carrera, un auto, un perro y una vida perfecta digna de cualquier portada, serie o red social, que es la que te bombardea con esta información como única opción de vida.

¿Entonces, qué hacer cuando llevas mucho tiempo soltera/o y alguien te empieza a interesar y no estás segura si es por la obligación, por la soledad, por la presión, o porque no tenías nada más que hacer esa tarde y decidiste darle una oportunidad? Estar segura/o que es lo que quieres.


En mi caso, huyo, huyo mientras pueda. Pero para ustedes no es una buena opción. Para ustedes les deseo lo mejor y eso es, definitivamente, disfrutarse lo más que puedan. Pero si están en terrenos delicados, les recomiendo:

  • Evitar a tu ex: Es la última persona que te dio afecto y estás acostumbrada/o a eso, pero recuerda por qué terminaron y que ha pasado mucha agua bajo el puente.
  • No huyas del afecto: De todo tipo, pero tampoco te pases películas Disney con el señor del almacén porque te dio los buenos días. No exageres.


  • Busca un proyecto: Algo que necesite de tu completa atención. Te ayudará a distraerte y a sentirte útil y autónoma.


  • No ilusiones a nadie: Si estás falta/o de cariño, no le hagas falsas esperanzas a alguien para recibirlo. Te engañas a ti y a la otra persona. No seas cruel.

  • Busca otro tipo de apañe: Agarra a tu amigo/a de turno y haz algo que con otra persona no podrías. Disfruta de la compañía y la complicidad que generas en otro tipo de relaciones.
  • Para las pulsiones: No faltará el/la buen/a samaritano/a que te ayude con eso. (En serio, no faltan.) Y recuerde que sus manos son más ágiles que las de cualquier otro/a ser.

  • Y por último: No se dejen llevar nunca-nunca por los bombardeos de cánones externos, por moralidades ajenas, por el qué dirán, por reglas impuestas. Si alguien les dice algo, mándele a meterse en sus propios asuntos (si va con wate incluido, digan que yo les di permiso).


Un placer, M.

domingo, 12 de marzo de 2017

Niño bonito.

La caída del ego es más fuerte.


Hace unos meses atrás me habló de la nada un tipo muy prepotente y como a prepotente, prepotente y medio, le respondí con la misma pluma pará de india. Calmó sus pasiones y comenzamos a hablar. Después de un rato vi su perfil y me gustó, aunque no es de mi tipo, es el típico niño bonito: rubio, sonrisa perfecta, ojos coquetos, piel tersa y color pastel, músculos sin esfuerzo y actitud de rompe corazones. Podría haber sido el yerno ideal, pero a mí no me terminaba de matar, hasta que después de unas conversaciones, bromas y posiciones (eróticas) políticas, me terminó por convencer.


Un día, después de un lío amoroso del que me hablaba, me hizo la pregunta crucial: "¿y tú, en qué estás?" Ahí supe que por la otra ventana tenía que preguntarle a V qué rayos me ponía porque toda mi ropa es indecente (como yo). A penas me alteré, ya confirmado nuestro encuentro, y corrí a pegarme la ducha correspondiente, me di cuenta que lo quería entre mis piernas, arriba mío, al lado, detrás, abajo, todo al mismo tiempo.

Cuando pasé al metro a buscarlo sólo pensaba en que iba a estar colgado de niñas de 15 pidiéndole su menssenger, porque eso era lo que yo habría hecho en mis años mozos, pero era yo la que había sido convocada, así que paré el potito, saqué pechuga y caminé lo menos torpe que pude hacia él, verificando que ninguna hormiga cabezona interrumpiera mi paso.



Después de haber pasado por el primer encuentro, saltado unas escaleras y bordeado unas rejas, llegamos a la primera botillería que estaba cerrada. Antes de que se me partiera el corazón y me faltara el aire, fuimos donde el infalible Vikingo. Después de un pisco, hielo, una bebida y cigarros, nos fuimos a la casa. 

Como no estaba V, me aproveché del pánico y nos sentamos en el comedor a beber. Conversamos de la vida y cuando se acerca, por un momento, más de lo necesario, rompo la barrera del tacto, sin tocarlo. Un hielo gélido entre mis dedos roza su blanca piel y con las yemas, alcanzo a penas a sentir su textura de terciopelo. 



Entre piscola y piscola, entre baile, ska y salsa, entre hielo y más piscola, no se me podría haber ocurrido, en mejor estado, hacerle un baile, con tubo de pole incluido. La música suena y mi cuerpo se mueve a su ritmo, mis caderas rompiendo el aire con su agilidad y mis manos recorriendo las cuervas de mi cuerpo. Me acerco, casi tocándolo, pero no llego a él. Vuelvo a mi lugar donde tiene mejor vista. La energía empieza a ejercer su efecto y veo la lava ardiente en sus ojos. Me acerco al pole, me muevo cual felina a su alrededor y al momento de tomarlo con una mano y bordearlo, irrumpe abrúptamente mi baile para caérseme encima con tornillos y todo.





Entre el pisco y nuestra torpeza, le pido que me ayude a dejarlo tal cual estaba, como que nada hubiese pasado. Tarea maratónica considerando que ya ninguno podía mantenerse derecho del todo, menos un elemento extra, así que, para que el fuego no se extinguiera, lo dejamos ahí y pasamos a mi pieza.


Sólo recuerdo besos sabor a jabón, piel con olor a bebé y un rosado, aún más bello que sus ojos achinados al sonreír, pene.

A la mañana siguiente, o a eso de las 6, desperté y no estaba. Todo estaba tal cual había quedado anoche: ropa en el piso, el pole aún tirado en un rincón, los vasos de pisco aún servidos, la silla en el mismo lugar pre-caos y mi cuerpo desnudo sin si quiera una despedida de por medio. Los niños bonitos no son lo mío.




Un placer, M.