martes, 2 de mayo de 2017

¿Follamigo?

Quizá haya pasado demasiado tiempo desde que les cuento qué ha sido de mí y a veces hasta yo me aburro de mis propias historias, así que necesito un descanso de ellas. 



Después de mucho tiempo, Michimalonko le puso fecha a nuestro encuentro. Yo sólo podía desde las 13:00 a las 16:00 porque soy una mujer ocupada y tenía otros compromisos, pero no quería restringirme la oportunidad de estar piel con piel con ese hombre de nuevo.

- Hola.
- Hola primor.
- ¿Cómo estás? ¿Qué has hecho?
- Bien, ¿vienes? tengo que hacer y poco tiempo.
- Parto volando.


Al momento de sonar el timbre yo estaba aún con pijama, ordenando la cama y sacando un par de tazas de la pieza. Le abro la puerta sabiendo que ya conoce la ruta y se demorará porque viene en bicicleta. Me termino de ver al espejo "no está tan mal" o quizá sería más preciso un "he estado peor", una palmadita en las nalgas y me doy ánimos.

- Hola, llegaste, ¿cómo estás?

Es todo lo que alcanzo a decir cuando me besa, lo beso de vuelta y de nuevo, como siempre, nuestras lenguas se entrelazan en la humedad de nuestras bocas, su pene erecto me empuja y me abalanzo arriba de él. Aún con la mochila en la espalda, me toma las piernas y no paramos de besarnos. Sabe el camino a mi cama, me guía casi a ciegas y me posa sobre el colchón. Se saca la mochila y puedo respirar un instante. Lo observo. Veo su pelo más corto esta vez, su polera de algodón que me encanta, sus pantalones que mantienen prisionero ese miembro eréctil... me despierta del letargo con sus manos tomando mis piernas sobre sus hombros, a lo que sólo puedo responder con un sutil empujón con ellas hacia mí. Lo quiero dentro. Se pone arriba y empieza a besarme, como siempre, como nunca, como extraño en estos momentos. Su cuerpo arriba del mío me vuelven otra.



Lo miro fijo, lo desafío y lo volteo. Ahora soy yo la que está arriba en control. Me muevo cual felina sobre cu cuerpo y él se incorpora. Sentado sobre la cama puedo quitarle la polera entre besos y lengua por todas partes. Un pequeño mordisco en su cuello y se molesta. Mi polera de pijama vuela por la pieza y me agarra fuerte una pierna. Me molesto, sabe bien que eso no le está permitido y lo empujo contra la cama. Le recorro el cuello con mis labios húmedos, paso mi lengua por su pecho, un pequeño mordisco más cerca de las costillas y mientras paso la lengua mi mano baja a acariciar su pantalón. Me acomodo y le saco lo que le queda de ropa, él me ayuda a eliminar el calzón que llevo puesto y al fin estamos lo suficientemente libres para acercarnos más



Ha pasado tiempo y la primera embestida se siente realmente dentro. Las que siguen son por parte mía y al reacomodarnos en la cama PAH! una tabla se cae. No importa, seguimos. PAH! PAH! PAH! tres tablas más y entre risas, seguimos casi en el suelo, aumentando la frecuencia. PAH! PAH! PAH! ya en el suelo tuvimos que parar y ubicarnos en otro lugar, mientras sólo pensaba "cama culiá pesá, déjame tirar tranquila".


Michimalonko es un hombre todo terreno y ya estamos acostumbrados a ubicarnos en el espacio que sea para logar el objetivo. Me agaché apoyando los brazos sobre el velador y mientras todo caía de este, él hundía su pene en mí incesantemente. Para variar, esta vez recurrimos a la silla de siempre, con él sentado y yo de espaldas moviendo sólo mi trasero de arriba hacia abajo mientras mis gemidos llenaban la habitación. Me tomó de una mano y me jaló hacia él, dándome la vuelta. Acomodó mis piernas y me besaba el cuello mientras le saltaba encima sin mucho éxito y yo odiando mi metro veinte que no me permitía llegar al piso. Así que lo rodeé con mis piernas y me empujaba hacia él una y otra vez. Lo sentía tan adentro y cada vez más duro, como si fuera a explotar, pero la que iba a explotar era yo. Me abrazaba fuerte y mordía mientras yo empujaba con todo el cuerpo hacia él, no daba más, quería seguir pero un impulso que me recorrió de la punta de los pies hasta mi entrepierna me hizo saltar de placer y con un grito sellé el movimiento que pasó a ser leento sobre él.


Me paré y le empecé a lamer su cuerpo, llegando a su pene dispuesto para mí. Me tomó del potito y me metía las dedos mientras yo bajaba mi cabeza y la volvía a subir rodeando con mi lengua su glande, sintiendo las venas que se le marcan cuando está por estallar y dejando que mi baba chorreante lo empapara mientras gemía de gozo a mi ritmo. No sé si fueron mis gritos, mi mano en sus testículos presionándolos levemente o si fue que lo metí tan adentro que sentía la punta en el fondo de mi garganta, que no alcanzó a tomar el último sorbo de aire y soltó un ronco gemido mientras su pene vibraba en mi boca.






Un hasta luego, nos veremos y la puerta se cierra tras él.


Un placer, M.

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