I
Era el 2010 y casi a punto de terminar el año, antes de dar la PSU, antes de graduarme, nos juntamos un grupo de gente en un parque. Ahí conocí a N, un año menor que yo, con cara de bebé. Resultó que su hermano y mi mejor amiga (V) se pusieron a pololear y yo no supe más de él o ellos.
Un día caminando al preu, llegué tarde, para variar, a dar una prueba, así que a penas entré a la sala, me centré en la hoja que tenía enfrente, pero al ir subiendo despacio mi mirada pude ver una cadena, unos pantalones rotos, una polera de algún grupo demasiado rudo para ser legible y al mover su cabeza, a penas pude ver su rostro, pero un rizo rubio que le caía en la frente me deslumbró. Salió más rápido que yo y no pretendía ser más que ese flechazo. En la tarde me junté con P y justo lo vimos. Se sentó muy cerca de nosotras y le comenté que era me había gustado en la mañana cuando lo vi. De nuevo salió primero y como P me había pedido que la esperara en las escaleras, al salir fue lo primero que busqué. Ahí estaba él, en la escaleras, sentado haciendo nada. Me senté con él y nos pusimos a conversar. Terminamos pasando una tarde dando vueltas en el centro con él y P, pero cuando ella se fue, me invitó al ensayo que tenía con su banda. Ni tonta ni perezosa, le dije que sí y partimos. A penas se abrió la puerta vi a N, no lo podía creer, no entendía nada. Él ya más grande, el verano le había sentado demasiado bien, se veía más sexysensual de lo que era antes; sus brazos firmes, sus manos venosas, su cuerpo ágil y esbelto, su cara de niño amurrado y la imposibilidad de fruncir el ceño, me hicieron click.
Después de un par de chateos en msn y haberme comido al delrizo rucio, mientras N estaba en la pieza de al lado y W, en la otra (nada hacía presagiar...), empezamos a juntarnos, a salir, a ver películas, etc como lo hace la gente normal. Nos mandábamos canciones y yo siempre que lo veía corría a sus brazos a abalanzarme cual koala, iba todo bien, hasta que él no tuvo más tiempo para mí. Le pregunté si iba a cambiar y me dijo que no. Lo dejamos hasta ahí. Literalmente dejamos la relación en ese parque, esa tarde de abril, ese día que me subí a la micro con un pie en el peldaño queriendo huir, pero con mi mano hundida en su cadera queriendo aferrarse a él los últimos momentos que quedaran.
Un día caminando al preu, llegué tarde, para variar, a dar una prueba, así que a penas entré a la sala, me centré en la hoja que tenía enfrente, pero al ir subiendo despacio mi mirada pude ver una cadena, unos pantalones rotos, una polera de algún grupo demasiado rudo para ser legible y al mover su cabeza, a penas pude ver su rostro, pero un rizo rubio que le caía en la frente me deslumbró. Salió más rápido que yo y no pretendía ser más que ese flechazo. En la tarde me junté con P y justo lo vimos. Se sentó muy cerca de nosotras y le comenté que era me había gustado en la mañana cuando lo vi. De nuevo salió primero y como P me había pedido que la esperara en las escaleras, al salir fue lo primero que busqué. Ahí estaba él, en la escaleras, sentado haciendo nada. Me senté con él y nos pusimos a conversar. Terminamos pasando una tarde dando vueltas en el centro con él y P, pero cuando ella se fue, me invitó al ensayo que tenía con su banda. Ni tonta ni perezosa, le dije que sí y partimos. A penas se abrió la puerta vi a N, no lo podía creer, no entendía nada. Él ya más grande, el verano le había sentado demasiado bien, se veía más sexysensual de lo que era antes; sus brazos firmes, sus manos venosas, su cuerpo ágil y esbelto, su cara de niño amurrado y la imposibilidad de fruncir el ceño, me hicieron click.
Después de un par de chateos en msn y haberme comido al del
Meses después, decidí ir a buscarlo. No sé bien para qué o por qué, pero quería verlo. Y en ese buscarlo, encontré a W, quién, después de aceptar mis besos furtivos con N, se convirtió en el único hombre al que he amado.
Como ellos eran mejores amigos, lo veía siempre. Siempre estaba N en la cocina y yo detrás, mientras nuestras parejas en el living, sin darse cuenta, de que cada que podía, lo rozaba, me sentaba a su lado, lo miraba, lo agarraba y no quería soltarlo más.
Así fueron años, años en los que W me dijo "no te tirarás a mi mejor amigo" y yo lo primero que hice, fue besarlo en un lago semidesnudos y del todo ebrios. De hacer negocios y buscar excusas de todo tipo para ir a ver su hermano, sabiendo que estaría él. De hablarle, sin más respuesta que una frase coqueta y un quizá. De encontrarnos en tocatas y bailar ska juntos, compartir drogas y alcohol, pero jamás el cuerpo. De vernos en los mismos lugares, coincidiendo con la misma gente y hasta forzando encuentros fallidos.
Todo eso en seis años. Sí, seis años eternos de espera y de mucha agua bajo el puente, me llevaron a hablarle un día temprano para decirle que me debía un vino porque sí. Él al fin respondió que estaba en su facultad y yo estaba a una estación de metro de distancia. Lo llamé a penas llegué y cuando lo vi sólo quise abalanzarme, pero me abstuve (sólo un poco). Bebimos, fumamos y cuando se iba me dijo que paráramos por ahí a fumar. Entre droga y aproximaciones, nuestros cuerpos reaccionaron a la electricidad que se creaba entre ellos y nos besamos, nos besamos como hace seis años, como en su casa, como en el liceo, como en el lago, como en todas partes lo hemos hecho. Después de quedar ardiendo, nos fuimos cada uno a su respectivo hogar y lo dejamos donde siempre lo hemos dejado, ahí, en una banca en algún lugar.
Como ellos eran mejores amigos, lo veía siempre. Siempre estaba N en la cocina y yo detrás, mientras nuestras parejas en el living, sin darse cuenta, de que cada que podía, lo rozaba, me sentaba a su lado, lo miraba, lo agarraba y no quería soltarlo más.
Así fueron años, años en los que W me dijo "no te tirarás a mi mejor amigo" y yo lo primero que hice, fue besarlo en un lago semidesnudos y del todo ebrios. De hacer negocios y buscar excusas de todo tipo para ir a ver su hermano, sabiendo que estaría él. De hablarle, sin más respuesta que una frase coqueta y un quizá. De encontrarnos en tocatas y bailar ska juntos, compartir drogas y alcohol, pero jamás el cuerpo. De vernos en los mismos lugares, coincidiendo con la misma gente y hasta forzando encuentros fallidos.
Todo eso en seis años. Sí, seis años eternos de espera y de mucha agua bajo el puente, me llevaron a hablarle un día temprano para decirle que me debía un vino porque sí. Él al fin respondió que estaba en su facultad y yo estaba a una estación de metro de distancia. Lo llamé a penas llegué y cuando lo vi sólo quise abalanzarme, pero me abstuve (sólo un poco). Bebimos, fumamos y cuando se iba me dijo que paráramos por ahí a fumar. Entre droga y aproximaciones, nuestros cuerpos reaccionaron a la electricidad que se creaba entre ellos y nos besamos, nos besamos como hace seis años, como en su casa, como en el liceo, como en el lago, como en todas partes lo hemos hecho. Después de quedar ardiendo, nos fuimos cada uno a su respectivo hogar y lo dejamos donde siempre lo hemos dejado, ahí, en una banca en algún lugar.
Continuará...
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