lunes, 9 de mayo de 2022

El juego de tira y afloja

Comérselo completo
Parte III

Debo admitir que el completo nunca fue un muchacho con el que todo fuera fácil para mí, al contrario, es de los que se dan color y eso, ay, mami, me encanta. A pesar de eso, la primera vez que vino, mientras meditaba en el baño, sólo me conformaba con un besito, pero ustedes ya leyeron lo que pasó, y aunque estuvo muy-muy-muy bueno, no es algo de lo que yo haya salido como campeona y merecedora de ninguna medalla. Así que cuando me ignoraba los mensajes después, y las invitaciones a tomar once, mi ego me decía que ya todo estaba perdido.


Pero no, llegó la revancha y eso me tenía muy nerviosa. Nuevamente, en el segundo encuentro había demasiada droga y alcohol para poder salir lo suficientemente satisfecha de mi pieza, así que dije: la tercera es la vencida y fue así como nos vimos el sábado recién pasado. 

Debo admitir que no siempre soy la diosa amazónica que pretendo ser, y a veces fuera de ser M la Más pulenta y Maraca del barrio fino, tengo mis malos momentos. Casi llorando, con una mini crisis de ansiedarks (saludos Bertha) me probé toda la ropa que tenía, y no sabía qué ponerme. Así que, después de una lloradita, me puse bellaca, bien acicalada y lo di todo, como buena mamasota que soy. 

Llegó el muchacho en cuestión, y Oh! Dios! ¿Por qué huele tan rico? ¿Por qué es tan amable? ¿Por qué sus labios son hipnóticos? Ay, señoras y señores, eso sólo fueron los primeros 5 segundos de su arribo y yo ya quería lanzarme encima cuál gata salvaje.

Esta vez sí sólo tomamos café, fumamos y el humo servía como cortina para mis nervios. En el mismo baño donde tuve la misma conversación anterior sobre “ay, si sólo me conformo con un beso”, volví a pensar en que no tenía por qué pasar nada, que eso estaría bien pero salgo y escucho los tambores estridentes que acompañan la voz de Tokischa, y no, no pude contener el movimiento de mis caderas. Esta vez le tomé yo la manito y lo invité a bailar. 


Siempre ha sido el momento en el que perreo como si no tuviéramos mañana, y es que eso, querubines, es demasiado cierto, este mundo pareciera que está viendo su final, ¿por qué no darlo todo hasta el -10? Así que ahí estaba yo, sacando todas las clases de trwerk que he tenido, con la mano hasta el piso, y sintiendo con el roce de mis nalgas como crecía y crecía mi compañero. 

Ahora sí, a la pieza que no sabes las ganas que tengo de hacer lo mismo, pero sin ropa. Pensaba, mientras lo llevaba a la cama. Le sacaba la ropa, me sacaba la mía. 


Por fin, arriba. Esta vez las drogas no iban a impedir que fuera la mejor vaquera que ha tenido en su vida. Ni su ritmo de toro mecánico me iba a hacer caer de ese miembro al que estaba muy sujeta y que no podía dejar de domar. Acomodé las piernas a su costado, mientras me besaba, lamía, mordía los pezones, apretaba mis pechos, y sus pupilas se dilataban. Ahora más adentro. Con la espalda encorvada hacia atrás, la cabeza dejándose caer y moviendo sólo las caderas. Me vuelvo a acomodar, pero esta vez quiero que tenga una vista completa de mis nalgas, de mi ano abriéndose con el placer que me causaba el THC mezclado con su aroma a Tommy Hilfiger y azotando mi trasero contra su erección. Todo, dentro, bien fuerte, más, máaaaaas… Me tira el pelo, y aunque es algo que odio, no sé cómo lo hizo para que fuera con la fuerza justa mientras me lo metía más, y más dentro, más y más fuerte y sólo pudiera gemir de placer.

Me despiertan del éxtasis sus manos haciendo un gesto para que cambiemos y como buena niña o, al menos eso quería ser para él, obedezco. Se pone arriba, me estira las piernas como sabe me gusta, y me empiezo a tocar, estoy tan cerca… siento que voy a estallar de placer. Ve como se le cae la babita mientras abre más mis labios, a penas el roce con sus dedos me excitan más y más. Me dice “estoy cerca” y ya con eso desencadeno a los mil demonios, la electricidad recorre toda mi columna y desde la punta de mis dedos de los pies siento recorrer un escalofríos que me lleva a un mar de placer, un gemido ahogado, un último impulso y su pene entrando y saliendo de mí me llevan al éxtasis. 

Recobro la consciencia y a penas puedo escuchar el mugido de su voz grave y extasiada, que me anticipa “ahora yo”. Me toma de una pierna, me tira de lleno a la cama, acostada, con las manos bien lejos, sin poder tocarlo. No me deja tocarlo, porque a toda velocidad me embiste, se transforma en una bestia, sus gemidos son rugir de caballos de fuerza, siento como aprieta los dientes porque me incrusta los dedos en las caderas. Es muy fuerte, es muy profundo, es muy adentro y mi cuerpo se aleja un poco, pero no puedo, me vuelve a tomar y esta vez no me suelta, no hasta que cumpla con su cometido, sólo que esta vez me ve con la lengua afuera, agitada como una perrita sedienta y me lo ofrece. 

Sentada, me demanda. Y yo, obedezco.

De rodillas enfoco sus ojos, ahora negros por completo, sus pupilas están por reventar de placer, y vuelvo a su pene: erecto, moreno, con su cabeza anhelante, se ve inyectado de sangre, y sus venas bombean sin parar. Me lo meto a la boca. Uh, un gemido. Ya está, eso es lo que querías. Ahora, con mis manos ayudándome a controlar tamaño coloso y mi boca bien abierta, lo envuelvo en saliva, todo mojado para poder hacerlo entrar y salir de mi boca, saborearlo y volver a meterlo completo, hasta la garganta, más, más… uh… un volcán en mi boca haciendo erupción, puedo deleitarme con su semen llenándome la boca.



Al fin mi ego cumplió su misión. La Amazonas bailaba sin parar, de un lado a otro saltando. Nos devolvimos al living, escenario inicial y pude ofrecerle un cigarro y un café al hombre. Éste antes de partir, lavó su taza, le hizo cariño a mi gata y se despidió diciendo: “Nos vemos”. 

Me quedo con eso, sé que no nos veremos más, pero la sola posibilidad de volver a repetir lo que me dejó adolorida todo el día domingo, me reconforta. 

Por ahora, cada vez que vea un completo pensaré en él y espero superar esas conversaciones intensas como buen psiciano, antes de empezar con el perreo hasta el piso. 

Un besito para él, y un placer, como siempre, tu M, de Mamasota bien bellaca.

domingo, 10 de abril de 2022

Ser buena anfitriona

Comerse a un completo
Parte II

Bueno, bueno, un poco de contexto. Cuando les hablo de que soy una buena anfitriona, es que me lo tomo en serio y busco que la persona que viene a mi casa se sienta lo más cómoda posible. Si tienes frío, te cierro la ventana, te sirvo un tecito o café a gusto. Si tienes hambre, siempre tengo algo para que no te baje el azúcar, y por supuesto te doy drogas y alcohol a destajo. Obviamente, no quiero que la visita de turno se me vaya en pálida o termine toda curá vomitando en el baño, así que siempre tengo a mano agua, azúcar y una frazada en caso de ser necesario.

Pero sí hay algo que se ha repetido durante estos encuentros furtivos. Y es que, sorry not sorry, te echo de mi casa. Sí, tal cual como lo leen. Una vez viniste, o te viniste, o me vine, o nos vinimos, y todas las posibilidades del verbo venirse/irse, como le quieras decir, quiero que de verdad: te vayas. 

Quiero presentarles a ustedes a BERTHA, ella es mi terapeuta y espero que me auspicie, porque la nombro cada dos por tres. Esta conversación ya la tuve con ella, y sí, tiene que ver con no perder mi espacio, intimidad, y no dejar entrar a nadie. Además, aceptémoslo, ¿qué se hace después de? Cuando iba a moteles y era una joven y alocada M, aprovechar el tiempo era la tónica, pero aquí no hay tiempo que perder y yo al otro día debo ir a trabajar y no estoy para perder horas de sueño.

Volviendo al tema. 

Eran días de las elecciones y propusimos nuestro primer encuentro:
(Spoiler Alert, sí ganó Boric)


Luego de haber tenido el primer encuentro con el muchacho en cuestión, trapero, moreno, ojos rojos y risa de comercial, no pretendía siquiera darle la oportunidad de sentarse a respirar. Pero vi que me pidió tiempo, que estaba aún muy arriba en la nota, y necesitaba tomar impulso para llegar a su casa caminando. Lo vi un poco pálido, un poco ido, y preocupada le pregunté si quería algo. Le serví un tecito, y sí, señoras y señores, damas y caballeros, M se pegó el show y toda volacha le terminó haciendo un completo, con la palta bien molida, el tomate en cuadritos chiquitos y hasta mayo, para que sea un clásico italiano. 

Obviamente, después de eso, y reposar, el hombre se fue a su casa, y yo en el trabajo empecé a llamarlo por su nuevo apodo: “El completo”. 

Instagram

Un placer, M.


sábado, 2 de abril de 2022

El Trapero

Alias, el completo
Parte I

- Voy llegando
- Bueno, estoy fumando en la escalera, te espero.


Días atrás, recuerdo haberlo visto. Su cara mulata me parecía conocida de algún lugar, y al fin, al bajar del escenario pude reconocer sus ojos fuego. Oh, cuánto ha cambiado, y qué bueno verlo, pensaba mientras me mordía el labio y se me entumecían las piernas.


Al fin llegaste. Ven, siéntate - demandé- 

Decidí romper la barrera del tacto ofreciéndole unas caladas de mi cigarro. El humo salía de su boca y yo, hipnotizada por esos labios, oh… sus labios… tan tiernos y jugosos que con sólo recordarlos tiendo a apretar los dientes, buscándolo entre mis colmillos. 

Al entrar se sintió con tanta confianza que no tuvo reparos en el pocillo de almuerzo aún sucio en el lavaplatos, o que sobre las sillas del comedor tuviera tres chaquetas colgadas una sobre otra, sólo puso su atención en los libros de él; ese amor de otra vida, de la que venía a borrar.

Tratando de obligarme a ignorar todo aquello, y concentrándome sólo en él, procedí a servirle un brebaje e instalarnos. Ya con los humos subiendo por la cabeza, y mi sangre hirviendo al ritmo del dembow, veo que ese guerrero diaguita se planta frente a mí y mueve sus caderas mientras mis pupilas se dilatan con emoción recordando lo mucho que me gustan las danzas ceremoniales de cortejo. 

Gira hacia mí, esboza una sonrisa y me extiende la mano. Esa invitación no la rechazaría jamás. 


Si tú quieres yo te puedo llevar
A un lugar seguro que te va a gustar
Uuuuh, se siente bien, besarte se siente bien ♫♪

Su cuerpo con mi cuerpo, rozándose al ritmo de los tambores. Sus dedos de piedra incrustados en mis caderas como en una escultura de Bernini. Su pecho emanando vapor y su olor ahogándome de deseo. No pudimos resistirnos más a la fuerza magnética que nos obligó a unir los labios, y al fin, tuve su boca en mi boca, su lengua en mi lengua, pude morderlo suave, como una uva madura, con la presión necesaria para extraerle el jugo sin romperla.

Tomamos aire, y al separarnos le abrí los ojos, lo tomé con la misma mano que me había acarreado a ese baile y lo dirigí a mi pieza. 

Pude observarlo, sólo un instante, aunque ahora parece eterno: él, sentado, agitado, con las pupilas dilatadas, su olor llenando todo el espacio, la luz amarilla del foco dándole directo en su pecho, generando sombra sólo en esos espacios donde quería clavar mis manos. Me interrumpieron sus ojos aceituna y me subí a sus piernas. Las ropas se hicieron parte del paisaje, su piel era tersa y no podía dejar de saborearla. Mi lengua recorrió desde el cuello hasta la pelvis. Él no perdía tiempo, me tomaba los pechos ya expuestos y se hundía en ellos, perdía el control mientras movía mis caderas contra las suyas desde arriba hacia abajo, cada vez más fuerte, embiestiéndolo con todo el poder que mis piernas frágiles pudieron. No era suficiente.

Cambio. 


Me recosté sobre la almohada y sentí su miembro penetrarme desde atrás. Era un ir y venir de suspiros y gemidos ahogados, sus manos buscaban el punto máximo de mi placer y con la ayuda de mis dedos, pudieron encontrar la equis en el mapa. 

Tiempo. Necesitamos aire. 



El calor era tal que ahogaba la habitación. Abrí las ventanas e iba dispuesta a la acción, hasta que su cara lascivia me dominó. Apoyada con todo mi cuerpo sobre la cama, sólo los pies en el suelo, sentí subir por mis piernas sus dedos, su lengua… Sus grandes y gruesos dedos llenaron todo dentro de mi humedad, y mi placer fue in crescendo. Cada vez más adentro, cada vez más rápido, cada vez más fuerte, más, y más… y más… un último gemido ahogado y la represa de placer se desbordó por todas las sábanas. 

Un último suspiro.



No vas a poder acostarte aquí, ahora. - Me decía mientras esbozaba una sonrisa de satisfacción.

Lo sé - le dije con el último aliento que me quedaba.


Continuará...
Y ahí sabrán por qué se llama Completo jiji


lunes, 28 de marzo de 2022

Apología a Tinder y sus (des)venturas.

 ¿Agradecemos mucho por tan poco?



Luego de muchas noches, con el maquillaje corrido por el uso diario y la estúpida mascarilla, abro TINDER y empiezo: like, like, like, no, no, nooooo, qué? Uy, sí! no, no… y un par de matches después, que llevaron a conversaciones sin sentido y algunas de esas a encuentros fortuitos, me hacen cuestionarme ¿qué tan bajo están mis estándares?

Paciencia, ya hablaré de los encuentros, pero hoy vengo a que ustedes me ayuden a entender por qué soy feliz cada vez que la otra persona hace algo medianamente: amable, cordial, empático, hasta de sentido común. Cómo es que las experiencias han sido tan terribles, o es que el mundo ahí fuera, después de estos cuatro años se ha vuelto tan hostil que me propone una batalla en la que podría jugar sólo hasta que deje de ser divertido. ¿Cuándo será eso? 


Aclaremos un par de cosas antes de continuar: no, no quiero una pareja, no estoy ni preparada para ello ni con la más mínima intención de involucrarme. Créanme cuando les digo que este caos, que pretendo desenmarañar con terapia y este blog, no está preparado para nada más que poner orden en este nuevo año. Y les cuento además, que empiezo a vivir en Santiago y estaré mucho más cerca de lo que hemos estado en mucho tiempo. 

Bueno, volviendo al tema y estos fortuitos encuentros.


Mi pizarra repite la frase de un conocido espumante: ¿Y hoy, por qué no? que me llevó a tantas aventuras mientras meditaba en Busta. Entonces, abro la aplicación y recuerdo: ¿Y hoy, por qué no?

Luego de estos encuentros de todo tipo: fallidos, excitantes, curiosos, y a veces tristes, a veces me encuentro en mi soledad, lavando platos, ordenando ropa, haciendo aseo, disfrutando de la idea de que alguien sea capaz de tener gestos básicos para relacionarse entre seres humanos. Pero como son tan poco comunes, pareciera que no fueran algo de público conocimiento, por lo que vengo a quejarme. Sí, como la señora cascarrabias en la que me he transformado.

Lamentablemente suelo ser una persona visual, y quisiera poner en imagen estos casos, pero como no he llegado a ese nivel, con las pocas habilidades que me restan he buscado una segunda opción, y es que también aprendo con ejemplos, por los que aquí van un par:


  1. Consideración: Escena típica: le sirves un vaso a tu invitado, y este tiene la opción de buscar dónde dejarlo sin manchar la mesa o algún mueble de madera, o preguntarte dónde dejarlo, y si está muy distraído podría simplemente dejarlo en la mano. Pero no, muchos simplemente ponen el vaso mojado sin pensarlo en la mesa. Estúpido, mis manchas en los muebles, idiota.

  2. Sé buena visita: Si te invitaron a un lugar, mi madre siempre decía que debías llevar algo, aunque fuera un pequeño gesto. No tiene por qué ser un huevo fabergé, con una bebida, o el simple hecho de preguntar ¿llevo algo? ¿necesitas algo? ¿qué te gusta tomar? me conformo. Señoras y señores, muy agradecida recibo ofrendas, y es que sí, la diosa Amazónica que llevo dentro las necesita para realizar todo lo que estará próxima a hacer. Y no necesitas adivinar mucho, sólo llega con vino, hierba, papitas fritas, etc...

  3. Llevar tus cosas: Ok, aquí va una no tan de señora inculiable, que es el arquetipo del terror en el que me siento transformada. LLEVA TUS CONDONES. Y no, esto no es para las personas con pene solamente, es para toda persona que pretenda tener relaciones sexuales con otre, y es que llevar protección del tipo que sea, es necesario y obligatorio. Por algo dicen que sin gorrito no hay fiesta. No es algo en lo que se pueda tranzar y por eso ando siempre preparada y atenta. Pero no hace muchos días atrás escuché la frase más común pero menos creativa: “es que no vine a eso” casi diciéndome que las dos veces anteriores que dijimos que sólo vendrías a fumarte algo, y terminamos culiando no fueron demasiado obvias, y que si hicimos match en tinder no fue demasiado claro, o que me empezaste a preguntar por mis preferencias en la cama no fue suficientemente explícito para ti.  Debo decir que ahora siempre, pero siempre estoy preparada. No quiero volver a repetir ese episodio donde terminé más satisfecha por las empanadas que hizo su madre, que por lo que podría haber pasado. Y sí, si estás leyendo esto: quiero la revancha y saludos a tu mami.

  4. Asumir: Buena, esta ya es una ley de vida, pero no me refiero sólo a las prácticas más intensas como pegar fuerte unas nalgadas, o tirar el pelo, o acabar en alguna parte, me refiero a cosas tan sencillas como: amigo, no quiero que te quedes a dormir. No me ha pasado con una sola persona, pero sí hablaré más adelante de este ser en particular y este hecho. Por ahora, comentarles que muchas de mis visitas han querido quedarse, a dormir, y ojo: sin preguntar. Casi buscando el pijama y poniendo la alarma para el día siguiente. Qué parte de: Buenas noches, fue un placer no entendiste?

Bueno, a pesar de querer lanzarles este nuevo Manual, con M de buenos Modales, he tenido también encuentros donde reaccionan haciendo todo lo contrario. Y ahí vuelvo a pensar en que sí, está bien para mis estándares, que me alegre si el muchacho vino por un culión y termina destapando el desagüe del lavaplatos, y no cuando se preocupa de que yo me vaya antes que él. Desde ahora, con las cosas un poco más claras, y las pasiones un poco más frías, les espero en mi casa, con pan para la once y sus propios condones.

Como siempre, un placer, M.



Disclaimer: Cuando hablo de estas personas, suelo hablar de hombres hetero cis, porque no he tenido la fortuna de concretar la pelación con ninguna de las chiquillas que me gustan, y por otra parte, la gran suerte de tener amigas que son lo mejor, y saben cuidar de otras personas, y de estos detalles.