sábado, 27 de agosto de 2016

La Fiura conoce a los sobrinos del Pato Donald

En una isla no paradisiaca, donde la neblina del mar esconde mitos y leyendas, donde miras al cielo y ves brujos sobre ti, donde un pájaro observándote desde la ventana puede ser un pésimo augurio, donde las plantas son sagradas y el mar tiene más de una deidad, está la Fiura.



La Fiura es un ser mitológico, representado por una mujer encorvada, con ropas rojas y excesos reflejados en su rostro en forma de arrugas. Una mujer que se caracteriza por sentirse atraída por hombre viriles, que atrae con su gran y malino poder de seducción para tener relaciones sexuales, siendo imposible liberarse de ella por su gran fuerza y destreza. La única condición es que no le vean el rostro, ya que si llegan a observarla, ella utiliza su malino aliento para castigarlo. Una vez saciado su apetito sexual, provoca una locura al desdichado. Es la equivalente femenina del Trauco, su hija y su esposa. (Cosas del sur po.)


Un amigo me hizo gancho con una gringa que según él era la ruciedad más hermosa que podría haber visto, así que me ofrecí a hacerle un tour mientras ella se sacara unos besitos, una cervecita o la ropa. Nos juntamos en la mañana y a penas la vi, supe que no era una chica vacilona como yo.

A pesar de eso le hice el tour: fuimos a un parque, a un lago, caminamos entre medio de unos matorrales, fuimos a la playa, pero ella nada, así que nos devolvimos a la civilización.



En la ruta nos para un auto con tres personajes dentro, que nos ofrece ir a dejarnos. Con la rucia nos miramos y nos metimos de una adentro. Como la rucia era bonita, fue la más joteada del lugar, pero como era media pesadita, las miradas pronto cayeron sobre mí.

Estos personajes estaban más volaos que los tres cerditos, o más bien, eran como los sobrinos del Pato Donald. Hugo y Paco eran gemelos y Luis su hermano menor. (Disney estaría orgulloso de mí.)



Hugo era más sumiso y gentil. De esos hombres que son consentidores. Paco era más impulsivo y pasional. Quería tomar el control constantemente. Luis era el menos involucrado, pero seguía atento cada movimiento para participar de alguna forma.


Como la rucia iba para otro lado y yo justo, por avatares de los brujos, vivía hacia donde vivían los patitos, dejamos a la rucia en el camino y me llevaron, me llevaron a lo oscurito. Me ofrecieron levantar carpa y pregunté si con la de ellos iba a ser suficiente, me dijeron que sí, y empecé a sentir como se humedecía mi corazón.



Mientras los patitos armaban la carpa (sí, era literal), fui a los matorrales por un ritual que llamara a mi fiura interna y gracias a algunas drogas duras, parte del ritual, obviamente, pudo apoderarse de mi cuerpo y quedar lista para lo que vendría.


Mientras pasaba la botella de boca en boca, me empezaron a acariciar, a tocar, a quitar la ropa. Rodeada por los tres y tratando de no perderle la pista al ron, se me calentó no sólo el hocico, si no también, la sangre en las venas.

Hugo me besaba el cuello, Paco me quitaba la polera y Luis me desabrochaba el sostén. Hugo me pedía que lo azotara, Paco quería azotarme y Luis me miraba con ojitos de seducción para que lo eligiera a él entre todos los mortales.



Eran tantas bocas, labios, lenguas sobre mí que dejé de distinguir a cada uno y me dejé llevar.

Me tendieron en el piso y me quitaron el resto de ropa. Paco, el más ansioso, quería demostrar su virilidad y lo intentó primero. Un par de embestidas fallidas y next. Hugo, más gentil, empezó a lamerme mientras Luis me orecía su pene para que lo acariciara. Paco me pasó el suyo y lo empecé a lamer al mismo tiempo.

Le tocó el turno a Luis, me puso en cuatro, me empezó a meter no sólo su pene erecto, además uno que otro dedo travieso por detrás. Mientras lamía incesantemente a Hugo.

Luego Luis me tiró encima de él, con la espalda en su torso, acariciándome los pechos y sujetando mis caderas mientras Paco me embestía. Hugo seguía a mi lado mientras lo masturbaba y él jugaba con mi clítoris al ritmo de Paco.  Seguimos así, no dando más de placer y ya rendidos en el cansancio, agarré lo que quedaba de mi cuerpo y me fui a la playa. Casi como ritual me metí desnuda, paso a paso al mar, ese mar del sur gélido, espumoso que te absorbe. Y entre aleteos y pataleos, me dejé llevar por su ritmo, recuperé mis fuerzas a la luz de la luna y me devolví con los sobrinos Donald.
  
Desperté al otro día con la sensación de pérdida, pérdida de mi “virginidad” orgiástica y buscando entre mis cosas, la pérdida también de mis sostenes negros favoritos. Dicen que para obtener algo, se debe perder otra cosa, que eso es parte del rito y esta Fiura, dejó como ofrenda, sus sostenes pitucos.

Foto real sacada por mí.



Un placer, M.

martes, 16 de agosto de 2016

#R No te quiere.

Después de noches interminables de pitos y culiones, de días eternos de la manito recorriendo una ciudad extraña, de almuerzo donde la suegra en los que trataba de llegar con mis panties sin hoyos y él me trataba de “polola”, de salidas con cada uno de sus amigos en los que me comportaba como la weona más bacán y me amaban (sí, me controlé y no jotié a ninguno), de idas a comprar donde el casero las mejores longas pa’ las lentejas, de las expediciones a la playa, de las tardes de películas, noches de cucharitas en las que me agarraba las pechugas porque según él no podía dormir si no las tocaba, de pasar la caña juntos echaos en mi cama, de tecitos cuando me llegaba, de tocatas y de visitas inesperadas. Ya no habría más, todo llegaba a su fin.



Siempre supimos que habría un plazo, que ese plazo era fin de año. Nos cuidamos de no llegar a querernos, fuimos prácticos y jamás hicimos el amor. Con #R, eran culiones.

Culiar rápido, fuerte, con decisión, con prisa, con mordiscos, gemidos y apretones. Constante, una, dos tres, cuatro veces al día. Arriba, de lado, cucharita, sentados, en el piso, en la ducha, en la cama, en las paredes, por todas partes. De todas formas.



El último día que estuve allá nos quedamos a beber. Bebimos bálticas y fumamos como si no hubiera mañana, porque mañana yo estaría en otra ciudad, muy muy lejos ya.

En el paradero nos despedimos, ebrios, volaos, pero con demasiado cariño. No nos despegamos ni un instante, hasta nos felicitamos por la excelente relación que habíamos tenido. Entre besos y abrazos, sentía cómo en nuestras bocas, se juntabas sus lágrimas y las mías. Era tiempo de irse.

Llegó la micro, me subí a pagar, él subió mis maletas y en dos segundos, miré por la ventana para despedirme por última vez de su silueta, pero ya no estaba, se había ido. Faltó un beso, quizá. 




II

Estuvimos meses hablando, como antes, todos los días, todas las noches. Yo no daba más con mi corazón. Me invitó a vacacionar donde su papá y le dije que sí.

A penas me bajé del bus, me tiró contra una pared a punta de calugasos. No me soltaba, no dejaba de besarme o de decirme que me extrañaba. Pero llegó la noche y lo escuché escabullirse al baño para mandar audios a una interlocutora femenina

Lo encaré. Me dijo que era una niña que le gustaba. Yo ya no le gustaba. Ya no me quería. Sólo me quería culiar.

Desaparecí en dos segundos, hui con el ego herido y no sabía si estar orgullosa de que pudiera separar ambas cosas, o que lo hiciera justo conmigo, que las había unido por él. Por los culiones y porque creo en el viejito pascuero, volví. Pusimos un par de reglas y nos dimos como caja toda esa semana.



Cuando me fui, me fui picá y picá, soy peligrosa.

Me puse en plan de conquista y encontré varias experiencias, me lo saqué del corazón a punta de cachas. Pero llega un día y me dice:
- ¿Sabís qué quiero? Te quiero aquí conmigo. Aquí. Al lado mío. Nada más.


Después de lanzar toda mi rehabilitación por la ventana, lancé mi corazón, lo eliminé, me bloqueó y no hablamos más.

Meses después…
R: ¿Estás en C*?

M: Llego mañana.



Un placer, M.

Donde el Diablo perdió el poncho.

Dicen que para hacer bien el amor hay que venir al sur, y a mí no me basta con vivir en el país más austral, así que agarré mis maletas y me fui al sur.



La verdad no fue buscando al amante de mi vida, fue más bien un proceso de retiro espiritual/rehabilitación/viejarecíbemeenlacasa. Iba por unas semanas, pero mis planes nunca salen como espero, así que terminé amarrándome a la cama (#1313), dándome electroshocks y haciéndome bolita para aprovechar el aislamiento y dejar todos mis vicios.



Alcohol.


Un día, me dio por salir a caminar. Llegué a un paradero que de parado ni los palos y me senté. Se acercó a mí un leñador y- no, no querubines. Era más rancio que yo y eso ya es decir mucho, así que le invité a compartir el frío. Me invitó a un cigarro y lo acepté. Le dije muy sutilmente que estaba ideal para un vino y de su mochila sale una luz milagrosa, un resplandor divino, una luminiscencia cósmica: una cajita de vino blanco de litro. Me lo entregó cual ofrenda y lo empecé a mordisquear. De tanto mordico, beso y agitación, sentí de pronto, un líquido glorioso en mi boca… Ah! Un manjarsh!

Cuando me empezó a decir que se había enamorado de mí, como siempre hago, agarré mis cosas y me fui de ahí lo más veloz posible. Llegué más doblá que saco de mochilero a la casa a buscar el número de AA.



Agarré mi celular, borré las 500 selfies fallidas, plantas v/s zombies e instalé TINDER. Subí las pocas fotos sexysensuales que tenía, aumenté mi rango de kilómetros para que llegara hasta al menos a África y manos a la obra.

Droga.


A los días estaba en la costanera con HippieTela. Mientras él me decía cosas seductoras como “¿Tienes papel? ¿Con filtro? Préndelo.” Yo trataba de hacer sinapsis y coquetearle, pero mis neuronas corrían a 2 km/h y no pude hacer mucho.

Al siguiente encuentro me invitó a beber y a fumar. Ahí se me soltaron las trenzas y ya estaba encaramada en su cama, con mi mejor pose matadora, pero me mandó a acostar y no entendí nada. En la mañana me va a buscar a la cama y me lleva a la de él. Estábamos métale zundada, hasta que sentimos un ruido. Yo pasé de estar en cuatro con el pantalón quizá dónde a estar en el baño terminando de arreglarme lo que quedaba de dignidad.

La tercera era la vencida. Esta vez en mi casa, volamos a mi mamá y nos fuimos a “ver una película”. Le advertí a mi vieja que no le dijera yernito, que sólo iba a culiar. Ella aceptó mientras le llevara droga y yo dentro de mí, pensaba lo mismo.

HippieTela me dio en todo el gusto. Me daba vino si quería vino, cerveza si quería cerveza, en cuatro si quería en cuatro y marihuana por montones. Y lo más importante y regla número uno, no se enganchó.



Sexo.



En esa misma época apareció Equis. Misma aplicación, mucho menos tela y eso, estuvo a punto de enamorarme. Se daba colorsh y me encantaba. Me revolvió algo de la guata y el corazón, pero no dejé que pasara a mayores, porque además, me removía el húmedo corazón y yo sólo quería que me dejara de enviar fotitos, mejor que me enviara a la luna con ese cohete.

Llegó tarde y yo estaba volá. Quería evitar verlo y babear, pero fue imposible. Nos fuimos a la misma costanera. Me dijo que tenía mucho frío, dale calor, pensé, pero me abstuve. Me dice hazme lo que quieras, quedé en shock y lo fui a dejar al paradero. En el paradero saqué una carta más vieja que el aceite de las sopaipillas y le dije “Tengo ganas de algo… Tengo ganas de hacerte algo… Te quiero agarrar el poto.” Así, tal cual. Como creo en la igualdad, le dije que podía hacer lo mismo y en dos segundos estábamos encaramados uno arriba del otro en medio del paradero. Decidimos irnos a loh oscuritoh, literalmente, la parte oscura de la costanera. Después de tanto toqueteo, yo con la falda hasta la espalda y esperando con mi ya chorreante corazound, me dice que nos vamos a quedar sin bus. Un momento de lucidez para ver el reloj y era cierto. Me fui mojá y ansiosa todo el camino. Para eso está el hágalo usted misma.



Pero la magia del sur no la conocí con ellos. Los que conocí después, fueron los brujos de la isla que me llevaron engañáh al mar


Un Placer, M.

jueves, 11 de agosto de 2016

La volá del Amorsh

Mi vida en C*


III

Junté plata, él vivía sólo en una pensión en C* y me ofreció alojo por un mes, mientras encontraba pega. Agarré mis weás y me fui. No daba más, no podía estar así, extrañándolo. Extrañándolo más de lo que podía llegar a quererlo.

Llegué a C*, una ciudad pequeñita y absolutamente desconocida para mí. Viví con él, busqué pega y la convivencia con una criaturita (pendejoculiao) se hizo difícil. No encontré pega y debía devolverme a la isla. Mi mamá me mandó los pasajes, pero me los gasté, vine a probar suerte a la capital y ahora mi nombre es Carmela. No, pero algo así. Por los milagros de mi gente bacana y temas turbios, conseguí plata y arrendé en un pensión.

(Durante esos 10 días en Stgo me reencontré con mucha gente. Salí a cenar con #H, y comimos, sólo lo que estaba en el plato, porque... compromisos son compromisos. Y no sé cómo, pero esta ciudad me embriagó durante todos esos días, cosa de la que no me quejo y volví un poco ebria aún al sur, con #R.)

#K



Llegué a la pensión y me puse a buscar pega en lo que fuera.

Un día, tocan la puerta principal, muy fuerte y muy seguido. Abro la puerta y me dice el personaje aquel que si quería un vino. Le dije que , porque no hay respuesta diferente ante tal propuesta. Dijo que volvería y sentí que había ido a comprar cigarros porque no volvió más. Al otro día me pilla en los pasillos y me dice que se había acabado, pero para otra vez #1313

No recuerdo cómo fue, pero sí recuerdo la pieza de #K, yo echaita a los dos segundos, sin zapatos, arriba de la cama y al tercer vaso metida bajo las sábanas mientras me reía con el Pirata y con #K. Yo trabajaba en un local de comida y llevaba siempre, así me gané sus corazones y ellos me daban copete, así se ganaron el mío. Vacilábamos siempre y el que les dijera que sí a su sed y ellos saciaran la mía, nos hizo excelentes amigos.

Me empezaron a pasar cosas con #K. Era de todo mi gusto, cumplía con todo lo que yo quería: era rudo, pesado, se daba colorsh, le gustaba la misma música que a mí y sobre todo, era borracho. Me apañaba en todas y me hacía cariñito en las noches. Así que, para evitar polillas indeseables en el estómago, no se me ocurrió nada mejor que invitar al celoso mayor de #R a vacilar a la casa con los cabros para automearme.

Bebimos, bebimos, y volvimos a beber, como peces en el río. #R celoso a más no poder de #K, ellos tirándose besitos, y todo un poco distorsionado, así que aproveché de ir al baño. Mientras mixionaba escucho un estruendo desde la pieza. CSM, se están agarrando a combos, pensé. Están peliando por mi amorsh, pensé. M hay para todos/as, podemos compartir, pensé. Salí y vi la cerveza desparramada por todas partes, a #R a penas, caminando al baño y #K me cuenta que estaba sentado, pero de la nada se cae, se pega con la mesa, bota la cerveza y todo se derrumbó. Cagá de la risa, pero con sed, pensé en mandarlo a acostar y quedarme bebiendo, pero mi pepe grillo interior me obligó a dejar el alcohol por el chiquillo (debo haber estado bien enganchá).



#R se ponía celoso cada vez que le decía que estaba con los cabros, #K odiaba a #R y me decía que no lo invitara más a la casa.

#K bebía conmigo cada vez que se podía. Íbamos a comprar a la boti y le decía que me diera unos besitos, pero él me decía que no, porque le caía bien #R, cosa que jamás creí. Bailábamos, bebíamos, veíamos películas y mucho mucho cariño. Yo me quedaba raja en su pieza y él a penas me despertaba cuando salía en la mañana con un besito en la mejilla.

De pronto dejó de pescarme. No me aceptaba los cigarros, la droga, el alcohol, nada de nada. Acepté la situación y me propuse que me dejara de gustar (o lo que haya sido que me pasó). Así fue, de a poco, pero las ganas quedaron. Quedó todo a medias, pero volvimos a hablar. Seguimos vacilando, pero no era lo mismo. Aún tengo las ganas, esas ganas de cuando me iba a dejar a la puerta de mi pieza, me empujaba fuerte contra la pared y se acercaba con esa risa coqueta, pero yo huía. Esas ganas de cuando me dijo que me quería, que no sabía por qué era tan cariñoso conmigo. Esas ganas de cuándo lo empujaba en la calle camino a la boti porque la verdad es que quería jalarlo hacia mí y agarrarlo a calugasos.



Aún en mi última visita a C*, quedé con las ganas de verlo. Ganas, ganas que pierdo, y gana #R.


Un placer, M.