martes, 29 de noviembre de 2016

Cómo sobrellevar la flacidez.

Manual II

La última vez hablamos de cómo hacerle la mejor chupádepiko, pero ¿cómo hacerle la mejor chupádepiko si no se le para...?

Desde que llegué a Santiago he andado con una pésima racha, una mala racha de cacha. Así que mientras me hago un sahumerio, les cuento un poco acerca de la flacidez.



En el espectro de los hombres que me he tirado, que han sido uno que otro saaaaaah, antes sólo me había pasado con un mashopeshopeludo que no se le parara. Pero llevo un par más y necesito no caer en depresión. Porque ustedes mashos, piensan que sólo a ustedes les hiere el ego, y está bien, pero a una que es maraca de corazound, que al chiquillo no se le paren ni los pelos cuando te ve, también te deja mal y de eso hablaremos hoy.



La primera vez que me pasó traté de hacer todo lo que había aprendido sobre las chupásdepiko, todo lo que sex & the city me había enseñado sobre seducción, pero el asunto seguía igual y el chiquillo, que ya no era tan chiquillo (30 añitos) no podía elevar velas.

En esos casos, lo que se puede hacer como hembra alfa, es aplicar todas tus técnicas y si aún no pasa nada de nada de nada... no pongas carita de pena, ni de rabia, ni de nada, porque nada pasa (literalmente) y puede suceder. Lo que tiene que hacer usted, sí, usted mashopeshopeludo es agarrar a la chiquilla y hacerla olvidar su frustración, darle, darle con todo, con lengua, con boca, con dientes, con dedos, con manos, con codos, todo todo todo para dejarla feliz y su “hombría” también se vea beneficiada, porque darle orgasmos a otro ser humano, eleva el alma y te hace ser más bacán siempre-siempre.

Entonces, el chiquillo me miró con ojitos de comprensión, me sacó de mi posición de expiación de pecados y me tiró a la cama. De ahí sólo recuerdo luces, colores, sonidos, y gritos, muchos gritos míos. Esa la recuerdo como una excelente noche, así que atenti ahí.




La siguiente vez que me sucedió fue con un chiquillo con el que me llevo bacán, el Pancho. Después de todo lo que vivimos ese día, estábamos que tirábamos en plena Alameda, en la micro, en Salvador, en cualquier parte, así que juntamos las monedas, hicimos una vaquita y fuimos a Cumming.
Entramos y empecé a dar una conferencia sobre el hambre: el hambre en mi corazound, el hambre entre mis piernas, el hambre de lujuria. Entonces, iba bien, iba viento en popa, iba todo directo al... - se le bajó. Lo intentamos, lo intentamos una y otra vez y no, no había caso.

En estas situaciones, usted como hembra alfa, le pregunta al chiquillo si hay algo que puede hacer al respecto, más allá de la chupádepiko, porque esa ya la intentó (es el primer recurso) y como hay confianza, y usted sabe que el chiquillo se conoce bien, algo debe haber que no falle. Todos/as tenemos algo que nos calienta sí o sí y mentalizándose, con el esfuerzo y con la ayuda, de las pequeñas grandes cosas, en volá, lo podís lograr (Soproleauspíciame).

En este caso no la logré, ni él, y nos hicimos cariñito. Este cabro también, muy sabiamente, me dio vuelta y no sé cómo ni cuándo, pero salí con la sonrisa de oreja a oreja correspondiente en ese contexto y barrio amigo. Además, me dijo que no era por mí, que eran cosas que pasaban y me hizo sentir mucho más tranquila. Usted mashopeshopeludo, por favor, si le ha pasado antes, dígalo, nos hace sentir mejor. No tema, si habrá más posibilidades siempre. Además, recuerde, está hablando con una weona pulenta (másfloresporfa).





La peor vez que me pasó fue horrible. Empezamos todo bien, con dureza en gran porcentaje, o eso creía yo y en volá era el celular. Me tiró boca abajo y yo esperaba con el potito levantado, meneándome y NADA. A través del reflejo de la tele veía que se tocaba tratando de pararlo. Le hice un gesto técnico para que viniera a chupárselo, le hice de todo, pero aun así nada, me tiró de nuevo a la cama, hundiendo mi cara en el colchón y siguió en lo mismo. Cuando fue al baño y volvió supe por su cara de derrota que no lo iba a seguir intentando. Como le tenía mansa ni que fe al chiquillo y no lo iba a dejar hasta ahí, le hice mis bailes de odalisca, le meneé el potito como felina, le chupetié hasta la axila y aun así, NADA.

En estos casos, podía haber hecho cualquiera de las cosas que hicieron mis amantes anteriores y habría estado bien, pero no fue así. Le pregunté qué por qué, o qué pasaba, o what weá, o si podía hacer algo, la rutina que ya me sé de memoria.

Me dijo que no era yo, que no era mi cuerpectio, era que simplemente, en palabras de él “NO ME CALENTAY”. Sí weón, me dijo eso y pa alguien como yo, mi ego se derrumbó. Pensé en si me había tirado un peito muy hediondo, o si los pelitos que no alcancé a depilar podían haberlo afectado, pero no.

En vez de hacerme pasar un buen rato y llevarme a la gloria, me llevó al paradero y llegué llorando a mi casa. Sí, LLORANDO. Porque ustedes pueden decir que no sabremos jamás lo que se siente que no se te pare y es cierto. Pero que te digan que es TU CULPA es romper lo más sagrado de una maraca como yo: el EGO.




Llegué donde mi amiga #V y me hizo recordar todos los otros buenos culiones con penes más duros que fierro de transantiago y me alivié. Recordé que no es mi culpa, que un weón que te dice eso es lo peor y se fue a la mierda, por gil (no por impotente, ojo ahí). Me pegué una ducha, algo rico pal alma y a dormir.



Mucha suerte, penes firmes, anchos y grandes.

Un placer, M.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Regar la flor.


Vino el vino.



Domingo en la tarde, aburrida, me puse a ver mi catálogo favorito (no, no es Avon, pero se le parece): Tinder. Veo que tenía muchos mensajes de un chico y que el último decía “te arrepentirás de no haberte sentado en mi cara”. Algo entre mis piernas hizo click y por curiosidad le hablé para coordinar una junta.

Después del primer testeo, me llega un mensaje de él: “acompáñame a regar las plantas en el departamento de mi abuela.

Fuimos a comprar vino para hacerlo navegao esperando que navegara entre mis piernas y que al momento de regar las plantas, regara él mi flor.


Entre navegao y navegao, y ante la poca agilidad de conquista, tuve que ponerme en plan #quevuelvanlaschantas y a penas me dijo que no había bailado jamás un bolero, agarré mi celular, puse un tema pa bailar pegaitos, lo agarré y le dije “bailemos, total, estamos ebrios”.

Como el baile es una de mis especialidades, al segundo coro ya estábamos encaramados uno arriba del otro besándonos hasta que me detiene en seco.
- Tengo que decirte algo.
- Ya, pero primero tráeme más vino y me dices a la vuelta.

Con el tazón de navegao en la mano podía esperar que me dijera que era gay, que era casado, que tenía una cola, que su pierna era de metal o quizá un tercer brazo.

- Yo nunca… yo nunca he conchesumadre- soy virgen. - RECONCHESUMADRE!
- Bueno, para mí no es problema… (disimulando mi espanto).

Volvimos a los besos, pero esta vez, en la pieza.

Con toda la agilidad de Full Monty, pero sin tanta sensualidad, lo vi despojarse de sus ropas y sólo pude imitarlo.



Entre vino y vino, no se vino. Más bien, me detuvo y dijo derrotado que no podía porque estaba muy ebrio. Me miró con ojitos de cordero degollado y me pidió que me quedara, pero yo agarré mi ropa desparramada en el piso, mi cuerpo ebrio, un último sorbito de vino y corrí lo más lejos posible.

Después de meditarlo un par de días, decidí no dejar un traumado más por el mundo y darle la mejor primera vez.

Me mandó un mensaje pidiendo una segunda oportunidad pero esta vez sin alcohol. Así que nos juntamos en un parque, fuimos a un museo y yo tenía que estar antes de las 21:00 hrs en otro lugar.

Cuando le dije “vamos” lo vi un poco pálido y horrorizado. Hice algo que jamás hago: lo agarré de la manito, le di besitos gentiles y le hice cariño todo el camino en la micro, a lo que él respondía relajando su mano en la mía que recuperaban su color y sus huesos su orden natural.

Cuando llegamos, me dijo que fuéramos lento. Me moví dos segundos a poner música y cuando me di vuelta estaba desnudo con su mejor pose de chico calendario. Le dije que se calmara y empecé lento.


Lo moví al borde de la cama y le pedí ayuda para que me bajara el cierre del vestido que cayó al piso. Giré sobre mis talones y puse sus manos sobre mis caderas. Lo miré fijo y fui guiando sus manos para que recorriera mi silueta: bajando de las caderas a las piernas y luego volviendo a subir desde mi cintura hasta mis pechos. Lo lancé contra la cama y me moví cual felina sobre su cuerpo rozando con mi lengua su piel, viajando desde sus piernas hacia su ingle, con la cola levantada me acercaba y subía por su torso presionando mis pechos sobre su pene ya erecto, al punto en que mi lengua llegara a su clavícula, un mordisco, luego al centro del cuello y otro mordisco en el lóbulo.


Lo tomo de los hombros y ruedo a un costado posicionándolo sobre mí. Lo acerco con las piernas hacia mi cuerpo y paso mis brazos sobre su cabeza a la espera de él y su cuerpo. Se puso el condón con dificultad así que traté de ayudarlo lamiéndole los testículos y al terminar me agarró del pelo para que siguiera lo que hacía.

Me tendí sobre la cama de nuevo, lo entrelacé a mis piernas y las subí para que se diera paso entre mis carnes. Empezó a meterlo lento y yo lo incitaba a que fuera cada vez más fuerte moviendo mis caderas hacia él. Me empieza a embestir más y más fuerte, más y más rápido, más y másSe detiene. Miro su rostro rojo de excitación sin concordancia con su pene semiflácido. Lo pongo de espaldas contra la cama y lo monto. Muevo mi cuerpo de atrás para delante, de arriba para abajo, lento dando movimientos repentinos para aumentar la velocidad, pero nada. Miro la hora y me rindo.


Le digo que debo irme, que me disculpe y antes de ponerme de nuevo la ropa, le pregunto “¿quieres hacer feliz a una mujer?

Ya acomodando su cabeza entre mis muslos empieza a lamerme mientras sus inexpertos dedos entran y salen de mi humedad. Le indiqué cómo y dónde. Se movía, se retorcía, se giraban sus dedos mientras su lengua se batía en combate contra mi clítoris que terminó por estallar como un volcán.



Luego me empezó a decir que quería algo más serio, algo más que un culión, me dijo que le gustaba y me intentó tomar de la manito, pero yo le di un beso en la frente y le dije que no nos veríamos nunca más, que ya había cumplido con mi misión.


Una placer, M.

martes, 15 de noviembre de 2016

PornStar.

Peliculión.



Habiendo llegado hace un par de días a la capital y aprovechando el poco tiempo libre que me quedaba antes de ponerme a trabajar, lo único que quería era salir de la gran depresión post Cristian -mula- Grey. Para esos casos siempre agarro el teléfono (que en mi caso aún tiene la serpiente y bailo en cada llamada al ritmo de mi ringtone monofónico), le mando un mensaje corto y preciso a mi follamigo de turno –“y, eso po… culiemos?”-, me pego una ducha rápida (higiene ante todo siempresiempre) y salgo a sacarme las mañas a punta de culiones. El asunto es que aún no tenía un follamigo que me echara una mano amiga, una lengua solidaria, una cachita por el amor de dioh. Así que apliqué plan B y recordé una propuesta indecente que tenía pendiente con un exchico instablogger al que llamaremos Pancho.


Ya había testeado no sólo su cuerpo sexysensual, sino también la buena onda que podía haber, porque por más que me gusten los weones pesaos, no me puedo tirar a alguien que me caiga mal y con él me retorcí de la risa, pero yo me quería retorcer de placer, así que a la segunda oportunidad, no lo dejaba escapar.

Me hizo la mejor propuesta indecente en mucho tiempo: “Vamos al cine. Pero no a cualquier cine… Vamos al cine porno.


Llevaba muchos años paseándome por Plaza de Armas y se me humedecía el corazón de sólo ver en la cartelera tres equis gigantes en luces de neón y unas cortinas de terciopelo que te separan de lo desconocido.


Como era una de mis fantasías, me preparé para la ocasión: falda (fácil de subir, correr, sacar, etc) + algún pinche (que sirva para agarrarte el pelo mientras agarras otra cosa) + zapatos cómodos (para correr en caso de emergencia) + condones (siempre lista). Pero al momento de ir, él no paraba de preguntarme si estaba segura. Como una de mis leyes dice “mejor arrepentirse de lo que haces a de lo que no haces”, contrapregunté:
¿Puedo huir cuando quiera? 
Sí.
¿Vas a estar conmigo?
Sí.
Entonces vamos –csm-.

Nos dirigimos a destino y a medida que caminaba por la galería sentía una arritmia asfixiante que no sabía si era del susto que Pancho me había metido (sin antes meterme nada) o por lo excitada. Llegamos al puesto, Pancho se acercó hacia la boletería, me miró una última vez para comprobar si estaba segura y le pasó el dinero a una señora que pareciera llevara toda su vida sentada en ese mismo cubículo, rodeada de líneas que deben haber escondido tanto polvo como el que habría dentro de esa sala. Le entregamos las entradas al tipo de la puerta y vi un puesto donde vendían golosinas, que sólo me hicieron pensar en esos dulces duros que te ofrecían los/as viejitos/as en un frasco, pegoteados desde quizá qué siglo. Le tomé la mano y él con la que tenía libre abrió la gran cortina de terciopelo y una luz vi resurgir.


A mi izquierda una pantalla gigante con la película que ya había comenzado y butacas. Gente en los pasillos parada, gente en grupos dispersos en diferentes locaciones, gente que se movía, gente y más gente que con la escasa iluminación sólo podía ver como sombras. Así que, me preocupé de no pisar nada sospechoso (que para mi sorpresa estaba bastante decente) y buscamos un lugar.



Nos sentamos y estábamos un poco incómodos, pero la trama de la película donde la protagonista gritaba de placer, nos pudo sacar a relucir las ganas y tomamos medidas al respecto. Nos empezamos a besar, a dejar de lado las chaquetas, los bolsos en el piso y sus manos empezaron a recorrer mi cuerpo. Empecé a acariciar su cuello, su pelo mientras me besaba y él paseaba sus manos sobre mis pechos bajando por la cintura hacia entre medio de mis piernas. Nos besábamos más y más apasionadamente al ritmo de los gemidos de nuestra protagonista y mientras no soltaba mi mano desde su cabeza, la otra empezó a circular por su pierna, rozando el pantalón, subiendo más hasta tocar ese bulto cual regalo que debía desenvolver. Se soltó el cinturón y quedó perfecto para que mi pequeña mano desenvolviera sus habilidades mientras apretaba y movía de atrás hacia adelante, de arriba hacia abajo, una y otra vez, mientras mordía sus labios y él jugaba con la humedad de mi entrepierna.


Seguimos así un rato hasta que sentí muchas miradas. No, no eran sólo miradas. Estos espectros nos rodeaban y no sólo miraban. Hasta ahí podría sacar mi lado exhibicionista y todo estaría más o menos bien, pero un tipo sentado en la butaca justo a mi derecha movía su brazo muy rápido provocando que su codo me rozara y frotara ya, por lo que decidí huir. Pero con lo caliente que ya estábamos, intentamos en otra parte.

Bajamos y buscamos otro lugar, pero ya la masa espectral de sombras nos seguía y le dije al Pancho que iba a ser imposible así. Así que pasamos nuevamente por ese gran telón, pero esta vez, para irnos de la función.

Calientes y desesperados, después de recorrer el centro completo y sus alrededores buscando rincones decidimos ir a Cumming, porque Cumming es mi pastor y en Cumming culión no me faltará.

A penas entramos a la pieza, nos abalanzamos sobre la cama cual animales liberados. Con sus manos nerviosas y las mías ansiosas, nos despojamos de todo lo que traíamos encima tan rápido que a los segundos de quedar completamente desnudos, pudimos parar un momento, mirarnos, besarnos y cuando bajé mi mano para al fin sentir ese regalo que tanto ansiaba abrir, no sentí nada.


Ya agotada de tanto ajetreo, me tendí sobre la cama sin esperanza alguna, con los ojos cerrados y empecé a sentir subir unos dedos por mis piernas hasta que entre la humedad, se introdujeron, primero uno, luego dos, con cada vez más fuerza y ahínco. Una vez, otra vez, con los dedos rozando la parte interna de mi ser y dejando fluir espasmos que me hicieron colapsar en líquido y excitación mientras mis gemidos de placer llenaban la habitación.

Al final, la protagonista, fui yo.



Un placer, M.