miércoles, 8 de junio de 2016

Juro que no quería.

(V, perdóname)



Por esas cosas de la vida, un amigo de V me invitó a tomar. Yo le recontrajuré a V que no iba a pasar nada, porque en serio no quería. E era metalero y a mi me gustaba su ex, nada podía pasar ahí.

Lo que sí pasó fueron las cervezas en bella, que llegaban una y otra vez a llenar mi vaso. Y ahí estaba yo, tan ebria que me había metido a otro baño de otro local donde estábamos tomando, conversando muy seriamente con el espejo sobre cómo no iba a comerme a E y que no iba a pasar nada porque andaba con mis calzones de día normal y no me había depilado (esto en otras circunstancias me da lo mismo, pero es para dejar claro que no había intención previa, sólo había ido por la invitación de "copete gratis").



Salí del baño, me abalancé sobre él mandando a la mierda toda mi anterior conversación y nos subimos a un taxi. E le dice, cual película gringa, "llévenos al motel más cercano". WHAT?! Habría sido ideal para un trágame tierra más treintón. Yo, aún en mis cabales, le dije que fuéramos a Cumming y nos dejó justo a la altura del motel que había conocido la vez pasada. Esta vez él pagó.

Cuando le empecé a sacar la ropa lo vi de otra forma. ¿Han visto alguna vez un metalero en pelota? E resulta que no sólo era metalero, era mapuche y de los guerreros (ayayay <3). Me agarró y no me soltó hasta el otro día. Lo hicimos en el baño, dentro y fuera de la ducha, en la pared, de pie, en la cama, acostados, parados, sentados, de lado, de frente, de espaldas, como fuera posible. Culiábamos, descansábamos, conversábamos de la vida y seguíamos culiando. Hombre como él no había conocido y me dejó impactada. Estuvimos toda la noche, en serio, toda la noche tirando y hubiéramos seguido de no ser porque yo estaba muy adolorida y cansada.




Además de haberme seducido con cerveza negra la noche anterior, de haberme llevado al motel que yo quería y de haberme dado tanto placer como nunca había tenido antes (en mis maraqueos), me llevó a tomar desayuno. Faltó al trabajo, me compró un café y un pastel, comimos en la plaza Brasil y me llevó al metro. Me preguntó por qué no me iba con él y le dije que soy de las que piden permiso, me hizo bajar, me cargó la bip (asítalcual) y nos fuimos comiendo en el metro con la adrenalina de que nadie nos viera, como dos sucios amantes con olor a motel aún encima.


Un placer, M.

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