miércoles, 8 de junio de 2016

Cenicienta.

(No pierdas los calzones)



Esta historia es bien breve, sólo para actualizar todo un poco y continuar con la trama. 

Como yo ya estaba dándole rienda suelta a mi húmedo corazound, decidí ir a ver a una amiga en su universidad. Ahí conocí a un chiquillo que pasaba por una pena amorosa. Como buena samaritana, le coqueteé, él respondió entregándome mucho alcohol y cuando ya mis amigos se querían ir, yo me despedí, agarré mi mochila, al chiquillo y fuimos a los baños mixtos que hay después de cierta hora en la universidad. 




Entré al primer baño que vi desocupado y arrasté al chiquillo dentro. Él era un poco tímido y a mi en esa época todo me importaba más bien nada. Nos besamos, o más bien besuqueamos, entre el bullicio de la gente que nos rodeaba, en otros baños o desde fuera. No hubo despojamiento de ropa alguno, en eso casos es lo que menos importa. Yo andaba con pantalones y ustedes que han tratado de tirar con pantalones saben lo difícil que es, así que terminé, como ustedes también lo habrán hecho, sacándome una pura pierna. El chiquillo sentado  arriba del escusado con el condón puesto, ahí, preparado para mí. Me senté y me inserté arriba. Me moví lo que pude, pero estaba tan preocupada de mis calzones... estaba el piso mojado de quiénsabequé, así que paré, me saqué los calzones, los guardé en la mochila que estaba lejos de la inhundación y procedí a sentarme una y otra vez arriba del pobre muchacho que me miraba con ojos de perrito abandonado mientras le movía el potito y agarraba sus manos para que sostuvieran algo de mí, hasta que sus ojitos brillaron con un destello jamás visto, un último y puf. Así terminó mi odisea, pero no la de él. Yo había llevado todo, pero cuando volvimos, él no pudo encontrar su mochila. Yo agradecía no haber dejado deslizar mis calzones más allá de mis pantorrillas y haberlos guardado en la mochila. 

Esta tarde me junté después con Frank, me puse los calzones en el baño del bar al que me llevó, donde te dan sopita y cerveza y salí reluciente como si hubiera recuperado mi zapatilla de cristal, o hubiera sido más astuta que Cenicienta y simplemente me haya asegurado de no perderla de vista.


Un placer, M.

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