jueves, 14 de julio de 2016

Adolescencia

Mala cuea.


Debería partir dejando en claro que no creo en la “suerte”, “los astros”, ni “el destino” mucho menos, pero quizá también deba dejar registro de que nací un martes 13, signifique lo que signifique.

El médico dijo que era de “buena suerte”, así que se programó mi nacimiento para ese día. A pesar de las súplicas de mi madre para nacer un día más ordinario como un miércoles 14, salí a regañadientes del vientre materno, sin llorar porque lo chora lo llevo desde siempre (aunque el metroveinte no acompañe).


1997

Recuerdo mi primer “amorsh” un poco borroso. Recuerdo sí cuando mi mamá invitó a todos los amiguitos de la cuadra y a mi vecino de al lado que me caía pésimo, pero me llevó chocolates y me encerré a comérmelos todos en la pieza mientras los invitados me esperaban para la torta. Ahí estaba yo, mañoseando porque había ido un niño que me caía mal, pero no el que en serio me gustaba. Era mayor que yo, su abuelita vendía huevos de campo, me iba a buscar para salir a jugar, pero nunca me pescó. A pesar de eso, las barras de chocolates, no me las quitó nadie.

2000

Como mi mamá es más pasá de rollos que yo, y eso ya es harto, le creyó al pie de la letra a mi papá cuando le dijo un día de talla que había entregado mi alma al diablo, sí, exacto, a Satán alias el Coleflecha. A penas aprendí a leer, me metió a hacer la primera comunión y conocer a Jisus, pero yo conocí al primer mijitorico y caí en el camino del pecado. Bueno, no tanto. Era rubio, ojos azules, carita de porcelana, igual a un querubín de la Capilla Sixtina, pero yo, como patito feo, aún no mutaba en este cuerpo sexysensual que me caracteriza y con mi carepolla, mis rulos de esa época maltrechos (ahora inexistentes) y mi uniceja incipiente, jamás lo conquisté y de alguna forma retorcida, de ahí en adelante evito a “los/as niños/as bonitos/as”.

2003

Luego de cuatro años en un colegio de “señoritas”, cambié brutalmente a un colegio a medio construir en la periferia, mixto, en el que estuve dos años. Le lanzaba sillas a mis compañeros cuando me molestaban por los vellitos en las piernas, de los que aún no aprendía a sentir vergüenza y por los que fui rechazada después de un par de cartas de amor.
Ahí mismo, conocí al Príncipe Felipe. Yo babeaba por Príncipe Felipe, lo seguía a todos lados en el colegio, era su llavero casi y le seguía en el amén a lo que él quisiera, secretamente esperando que me dijera un día que me besaría y por costumbre le diría que sí a ciegas. Pero a Príncipe Felipe no le gustaba yo, obvio. Yo le gustaba a su mejor amigo, el que me llevaba dulces y tropezaba cada vez que lo miraba fijo.

2006

Después de no haber aprendido nada en ese colegio, y tras largas noches de estudios más intensos que para cualquier PSU, entré a un liceo emblemático en el centro de señoritas (nuevamente). Ahí, además de liberar un poco mi lado lésbico, que aún para mi graduación seguía tímido, liberé hormonas con uno que otro profe. Entre ellos a uno a quién traté de demostrarle mi amorsh ya no mandándole cartas, si no, creándole una cuenta de Fotolog, lo que desencadenó que nos dejaran condicionales a mí y a mis pokeamigas. Yo después de que me rompiera así el corazound, no le bailaría más no me importa que usted sea mayor que yo (la the real) o no le dejaría más papelitos con mensajes tipo “te queda bien esa camisa hoy, la del otro día te hacía ver horrible” para tratar de ganarme su amorsh.

2008

Al hombre-paloma lo conocí, lo besé y seguí con él por la esperanza que te da la inexperiencia. Me sentía como en un matrimonio arreglado, esperando que con el tiempo naciera el amorsh. Era mi primera relación y quería que las cosas salieran bien, pero además de sus besos en los que me sentía como una migaja de pan de la Plaza de Armas picoteada por su boca palomil, no soportaba sus canciones románticas, que me dijera princesa o que me llevara flores envueltas en papel celofán. Me gané a sus amigos, a sus viejos y le di los mejores consejos de vida a pesar de él ser 5 años mayor, todo eso en las dos semanas que duramos, pero él decidió que su amiga que le tenía ganas (maracamala) tenía razón al decirle que se alejara de mí y no lo pesqué más. Aún después de las veces en que me buscaba, me llamaba, hablaba con mi mamá, iba a la casa... El amorsh, nunca germinó.

Ese mismo año, y quizá a causa de lo mismo pasó todo lo que pasó con hombre-paloma, yo estaba enganchada de un oso. Él me daba la atención que le daba al resto, pero me enganché porque al más mínimo gesto de cariño, caigo (caía) rendida. Era gordo, felpudo y amoroso. Un oso cariñoso. Tan enganchada estaba, que juntaba su apellido con el mío en los nombre de nuestros hijos, nos imaginaba de vacaciones en alguna playa perdida y sus pestañas largas al amanecer. Y de nuevo, después de intentos fallidos de mandarle mensajes y cartas de amorsh, dejé de creer en Dios (sí, tal cual) y no lo vi más.

2009

Era la época de msn (caidadenarnettttt) de poner música en el Ares para demostrar lo cool que eras, de cambiar tu nick a colores en degradé y tu subnick con palos para alguien por quién te ponías “ausente” cuando en realidad te quedabas a sapear qué hacía. Un día me agregó un niño con el que hablaba noches incontables, de todo un poco así que decidí dejar el contacto virtual y encontrarnos en La Plaza. No hablamos nada hasta llegar al carrete, no hablamos nada en el carrete, pero me dijo que nos fuéramos en el ascensor juntos y nos besamos. De ahí, seguimos sin hablar en persona, mucho por msn y besarnos... A pesar de que este me encantaba, me dijo que estaba confundido con una niña del curso de al lado, que me miraba con odio en la hora de almuerzo y le dije que estaba demasiado grande para esas cosas y ahora sueño con su gemelo.



Seguí así, con más de alguien en el camino, pero con miles de intentos fallidos. Entre tratando de forzarlo o sólo dejando que pasara, siempre resultaba mal y me rendí. Fue ahí, cuando estaba en mi último año en el liceo y conocí a #N. Con él, y todo lo que vino después, puedo decir que mi “suertecambió...



Un placer, M.

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